27 febrero 2009

Vacío


no puedo evitarlo, a veces siento
que el vacío me devora por dentro,
y me ovillo como un gato en tu balcón

25 febrero 2009

Incompleto: el Gato Negro / RANTIFUSO

Cuando no concilio el sueño
y me da la espalda la almohada,
necesito relajar
mi conciencia desvelada

despues de tres caladas
intento ordenar
mi mente atormentada
y vuelvo a respirar

entonces, empieza el vaivén
que me arrastra por el pasillo
sin quererlo, una y otra vez,
como un tren enloquecido

quiero bajar del suelo
que se mueve sin parar
quiero parar el vuelo
que me impide razonar

que los años no perdonan,
tampoco curan heridas,
no hay ni verdad ni mentira,
solo besos que aprisionan

23 febrero 2009

Esbozando

Lucía unos vaqueros,
,unos zapatos negros de charol,
y una cinta en el pelo,
que el paso de los años le enredó

PELIGROSA CONDICIÓN

Tenías un par de dados,
entrenados,
para caer,
a tu favor.

Tenías el juego ganado,
arreglado,
y dormías,
despreocupado.

La suerte a tu lado brindaba,
se colaba,
en tu mano,
de ganador.

Te sorprendió dormido,
no estabas preparado,
para ese paso en falso,
distraído te ganó.

Un golpe del destino,
te dejó tambaleando,
cayendo y aceptando,
con resignación.

Que tu suerte resbalaba,
se escapaba,
de tus cartas,
marcadas de ambición.

La rula cambiaba el giro,
de sentido,
y me tocaba,
tirar a mí.

22 febrero 2009

20 febrero 2009

Yo sabía que me había muerto.

Después de mucho tiempo lo había logrado, mi eterno retiro, ya podía disfrutar de mi propia casa en las afueras de la ciudad, me gustaba especialmente mi biblioteca, con su alfombra, sus estanterías repletas, una pared con un cuadro enorme, una estufa a leña hecha de piedras, y una ventana que daba al jardín, directamente al limonero. En el centro tenia una mesa de pool y un piano. Mi sofá estaba de espaldas a la ventana, y a mi izquierda tenia mi mesita de licores y tabaco.Un domingo, después de una comida familiar, de las que duran hasta las seis de la tarde, después del café, mi esposa, mi hija y su marido, salieron al sol del jardín a tomar el té, eran cerca de las tres de la tarde y a mi se me cerraban los ojos del sueño. Me fui a mi biblioteca, eché algo de leña a la estufa, y me senté en el sofá, encendí mi pipa y me serví un whisky. Tenía todos los puntos a favor para una merecida siesta, estaba leyendo "La senda del perdedor" de Bukowski, el sol me calentaba la espalda. Poco a poco me iba quedando dormido, sentía mucha paz, cómodo y relajado en el sofá, estaba feliz. Dejé caer el libro, puse el vaso y la pipa cuidadosamente en la mesa, y entonces me morí.Si, estaba muerto, me había tocado, no estaba dormido porque de alguna forma sabia que había muerto. Estaba flotando en la nada, no oía nada, no veía nada, no sentía dolor.Sólo pensaba y sentía paz, no puedo explicar como es la nada, porque no es descriptible con palabras, y no la puede imaginar ninguna persona. Sólo Yo se como es.Al cabo de un rato, pude oír una voz lejana y una fuerte luz me atravesaba los parpados.- Cariño, despierta, te has dormido en el sofá y te va a doler la espalda.Estaba desconcertado.- Gracias, ahora salgo al jardín.Estaba dormido, pero Yo sabía que me había muerto.

19 febrero 2009

UN AUTOENGAÑO HIPÓCRITA

Prefiero ser un adulto con un niño dentro, que un niño con cuerpo de adulto que constantemente reivindica e imita la madurez.

No hay nada como la estupidez humana.

Nada tiene que ver la racionalidad con la edad.
Aunque mi teoría es que la estupidez aumenta en función de la edad, aparentemente.

No entiendo por qué no enriquecer nuestros cerebros lo más que podamos, ¿no hay espacio de sobra?

18 febrero 2009

Salas vacías y blancas con sillas del revés

Desperté.

Algo aturdido, me levanté del suelo que me había acunado desde quién sabe qué infinidad de horas. Mis huesos estaban molidos y no podía pensar con claridad. No recordaba cómo había llegado hasta allí, mi memoria estaba atrofiada: la situación en sí… era como si hubiera sido preso de mi propio ensueño.

Tal vez, al lector se le presentársele la posibilidad de que yo pudiera hallarme angustioso, por el mismo hecho de no haber rastro de civilización y estar en paradero desconocido. Pero no fue así. La calma que recorría aquella inmensa sala enlucida y su majestuoso silencio, me desconcertaban por completo. De buenas a primeras, no me daban motivo alguno para que pudiera acongojarme, sino que abrían una ventana en mi fantasía. Además, aun habiendo grandes lagunas en mí cabeza, que me privaran de explicar cómo diablos había llegado a tales circunstancias, conservaba algo muy valioso: mis magníficos recuerdos y, con un encanto especial, el más hermoso de ellos, el de mi queridísima Elisabeth.

Tiemblo cuando pienso en Elisa, pues así era cómo la llamábamos sus más allegados; cuando evoco su rostro entre mis ojos, hay un nervio que se me desprende y me recorre de arriba a abajo, hasta lo más hondo de mi pecho. Sin lugar a dudas, era preciosa: una serafina caída del cielo y en cuyo mórbido cuerpo, bajo su piel nevada, se encontraba un ardiente y peligroso veneno, del que solo a veces pude convalecer. Era ese mismo amor destructivo, ese acercamiento y ese beso a la muerte, natural en su atractivo.

Lo cierto es que yo la amaba, vehemente, como jamás he amado a nadie. No podía dejar de mirar esos negros ojos azabache, ni de adorar aquél voluptuoso cuerpo, me sentía como un erudito del culto a la mujer. Necesitaba de ese pelo marchito, que se encrespaba con facilidad y que con gran sensualidad recorría su cuello, y se perdía entre sus senos. Sin lugar a dudas era la más guapa de todas, más guapa que cualquiera. Su lozanía era pegadiza y yo, por aquél entonces, no fui ninguna excepción.


Al principio, todo era perfecto, pero maldito vudú el que cayó sobre mí, no entiendo como a veces las cosas buenas de las vida llegan a perderse y aunque luchemos por conservarlas, con una pasión desbordante, quién mueve los hilos tenga tan poco corazón para dejarnos impotentes y hacernos espectadores de nuestra misma destrucción . Recuerdo que una noche, durante una de mis lecturas, advertí una extraña presencia; volví mi mirada hacia la puerta y vi como se desdibujaba la figura de mi querida mujer, que se desprendía de la noche dando ligeros pasos hacia mí, hasta poder reconocerla parcialmente; digo parcialmente porque a pesar de que, sin lugar a dudas, se trataba de mi queridísima esposa, algo había cambiado, tal vez solo fuera una corazonada mía, pero aquél mirar, no era el mismo mirar sombrío y risueño, en cuyo calor me cobijaba del amanecer, sino que era como si le hubiesen prendido la vida, solo quedaba un yermo terreno desolado[...]



El Gato Negro



EN EL SILENCIO DE LA NOCHE

Cuando estoy solo tomo el vino en vaso
Así puedo brindar con la botella


Doy cuatro pasos y voy a mi cama
Intento no caer de la torpeza


Procuro relajarme y dormirme pronto
Antes que me visite la tristeza


Mañana me levanto loco delirando
Y siento que me estalla la cabeza


Imagino que puedo continuar y arriesgar
Sin la pereza que me hace dormitar
En esta cueva de mil telarañas
Que tejo a diario para no salir.


Cuando el tiempo te es hostil, el pasado es irrevocable, el presente un hastío y el futuro un imposible.

Es curioso como a veces, la vida se nos echa encima torrencialmente. Los hechos se suceden y nosotros, impotentes, no hacemos más que lamentarnos por ser cómplices sin voz ni voto de nuestro mismo sino. Y es que “a menudo, lo noble no es lo bello”.


Ni el guapo de turno se le echa encima a la rubia tonta, ni el burócrata es feliz en su oficina. La vida injusta, de principio a fin. No conformes con lo que nos toca, fabulamos y fabulamos sobre nuestras querencias y cuánto más ahínco empeñamos al prendernos de las nubes, más destartalados quedamos cuando al caer, desde el arcén, observamos que el cielo queda muy lejos: Azrael no es más que otro funcionario que no llega a final de mes.


De ilusiones vivimos, de ilusiones que por desilusionarnos agonizan y que en el relicario de las verdades pecaminosas, condenadas están a morir.



El Gato Negro