25 agosto 2017

Cuesta dejarlo.

Todo lo bueno tiene su fin, pero nunca sabes cuando sucede porque a nadie le dio por ponerle caducidad. Es difícil alejarse de lo que te caracteriza, lo que imprimió su huella en tu figura hasta convertirte en algo diferente como una hoguera consumida es imborrable.

La sombra siempre te persigue como una leyenda a su hazaña, poca verdad por la falta de testigos objetivos que dejan de serlo cuando les salpica el circulo y la pirámide se invierte para hacerte caer al abismo sin fondo, una caída que dura minutos, años y décadas. La condena a muerte de un reo que jamás llega a tocar el suelo, porque fallece por el camino.

A veces tienes que quemar una vida para hacer posible la siguiente, y aunque el ave fénix no aparezca por ningún lado, la ceniza sabe discernir entre lo cierto y lo que no... ella esta a salvo porque difumina su existencia a cada lluvia o mecida por una brizna de viento. Lo fue nunca volverá, pero tampoco por ello deja de ser, de ocurrir en otro plano paralelo del mismo inicio y distinto final.

Los niños del infierno no miran al cielo, porque el suelo arde mucho más y merece la pena prestar atención a donde se pisa en vez de buscar una salida donde se pierde la luz. Todas las estrellas sueñan con el firmamento hasta que se caen del techo, algunas mueren por el camino, otras dejan vestigio a través de un agujero.

La ironía es un mensaje que puede tomar mucho tiempo en llegar, pero tarde o temprano te termina encontrando. Siempre quise tener alas como mi nombre pero sólo alcancé tener un rabo como el demonio. La sociedad te acostumbra a no decepcionarse uno a sí mismo. Dicen palabras como imposible, no se puede o algún día puede continuado por muchos quizás, demasiados incluso.

Pero lo divertido es lograrlo sin que nadie más que uno lo sepa, no es como el nacimiento de un hijo, o su fabricación. Para nada tiene que ver con el egoísmo, sencíllamente algunas cosas se guardan en secreto hasta que la memoria lo permita o te reste aliento... Siempre que llega Pi al reloj, recuerdo los años de universidad paseando libros y me veo dentro del circo que forma mi vida y no puedo evitar sonreír por aquel chico ingenuo.

Entre él y yo hay mil caminos que sería un milagro desentrañar para que ambos volviéramos a coincidir en este punto. Infinitas incógnitas en una ecuación que se balancea sola en un columpio desmontando la teoría que no es posible el movimiento eterno o la bomba de calor-frío de eficiencia perfecta.

Las cosas rígidas terminan haciendo daño, dejando señal y delimitándose por puntos como las gráficas volumétricas de las integrales. Cada coordenada varía con el tiempo y sólo el conductor del tren sabe o vislumbra donde acabará ese efímero tranvía estacionado. Sigue siendo la eterna pregunta sin respuesta, como la cabra que tira para el monte o la oveja que regresa a su redil, algunas cosas no cambian y por el contrario otras no dejan de transformarse sin necesidad del sombrero de un mago.

Las sorpresas siguen siendo minas, las más peligrosas ya hubo alguien que las desactivo. Llegados a este instante debo de confesar humildemente que ni siquiera fui yo, porque aún sigo recomponiendo los pedazos de mi persona tras pisarlas por descuido, pero como las armas inteligentes, no tienen una sola carga, porque si así fuera no tendrían sentido al igual que la piedra en el camino.

De los errores se aprende, al menos después de la cuarta o quinta vez. Luego por vergüenza o rutina dejas de inmolarte por mucho que vuelvan a crecer las piernas, porque hay mas vida detrás de la muerte... o al menos eso piensan los traficantes de armas al llenar sus huchas. Más en verdad... siempre acabas pagando las cuentas pendientes.

El mono sube a la ventana a veces y masculla mi nombre. Yo le miro con los ojos de un niño y pongo una sonrisa, voy a buscar un adulto y cuando vuelvo no suele estar para comprobarlo. En ocasiones veo su estela desaparecer tras la polución de la ciudad, dejando un rescoldo de calor sólo perceptible bajo infrarrojos, pero ni así se puede certificar la existencia de algo no documentado.

La historia te persigue hasta que logra morderte, eso lo aprendí de las serpientes y los lagartos con esos magníficos dientes que una vez aprensado no te dejaban escapar. No era necesario mucho veneno sino apretar muy fuerte para no soltarlo. Otras veces al abrir la mano ya no quedaba más resto que el sabor perdiéndose en los labios y el aroma desapareciendo en dirección contraria hacia el pasado.

Allí todo tiene posibilidad, pero ni Einstein logro la forma de encontrarlo.

Siempre ha sido fácil seguir para adelante, pero lo adecuado es saber de donde se viene sin la imperiosa necesidad de volver la vista atrás ni utilizar migas de pan. Con la multitud de ratas aéreas y gorriones se ha vuelto una odisea regresar sobre los propios pasos y sin indios que rastreen es casi una misión imposible lograrlo.

Pero cierra los ojos y antes de que llegue el sueño, podrás alcanzarlo al menos mientras dura un segundo si las circunstancias te lo permiten. Sigo tocando el piano al caer el ocaso, dejando un vestigio no vendible, ni franquiciable, porque el titular del viaje es el único con su nombres y apellidos en el billete. Por muy madre o padre que seas, no tienen valor si tu identificación no coincide con el pase.

Yo tengo mis credenciales escondidas entre las cicatrices de mi cuerpo, sin tatuajes que se puedan copiar ni alterar bajo ninguna mano que no sea divina, tampoco son replicables, al igual que dos huevos que caen desde la misma altura no se fracturan de igual modo. Porque a quien le importa un huevo esas mierdas. Supongo que sólo a la cascara y su contenido oculto. Vivo con el gato de Schrodinger porque ni el sabe la salida al enigma y yo soy tan curioso que no puedo evitar mirar como termina esa historia, ni la otra.

Nunca fui un narrador de voz profunda, al menos no uno conocido por más de una persona. Inventor sin patentes o creador sin aura ni cetro. Eso si pega con las suelas de mis zapatos, pero como cada año pasan cuatro temporadas distintas para que ni las casualidades sucedan dos veces de la misma manera. Yo antes echaba humo y ahora bebo electricidad y suelto destellos.

La moderación es la mejor amiga de todo yonkie, o al menos la que debería ser su emblema, porque al igual que la petanca, hay restricciones y penalizaciones en cada partida que juegas. Por eso hay normas y leyes, y luego están las elecciones y posibilidades. Toda pecera contiene una cierta capacidad de agua, pero desde dentro se sabe a ciencia cierta que fuera hay una porción practicamente igual de aire que la envuelve. Ambos cambian densidades y volúmenes conforme pasa el tiempo. Los humanos sólo somos el atrezo que se mustia mientras espera el resultado.

Las plantas no van a ningún lado, pero tampoco tienen pretensiones de mover sus raíces a no ser que sean flotantes y surquen una superficie acuática hacia ningún lado o si, quien sabe, la fotosíntesis es el misterio indescifrado por cada vegano y cada vago que no sabe que sera de él mañana.Con suerte volveremos a vernos algún día, mientras espero al siguiente recital como los niños esperan al ratoncito Pérez para que les traiga un regalo a cambio de un diente.

Cuando eres pequeño todo parece más grande y fabuloso, pero al hacerse mayor el cuento pierde magia y se acerca a la realidad con sus arrugas y dolores. Todo lo que tiene un principio suele acarrear un final, pero a veces cuesta dejarlo y seguir en paz. Son las 04:04... y a día de hoy todavía no se si es muy tarde o muy temprano.

Escrito por: Kramen, blog: La posada de las palabras.

15 febrero 2017

Un 15 de febrero hace tiempo...

Notas de mi diario de otro 15 de Febrero... (sigo sintiendo igual)...

Ya no me tengo que maquillar como antes y he simplificado mi vestuario, me atrevo a salir a la calle con la cara lavada oliendo a colonia citrica, una cara conocida me sonríe y levanta la mano en forma de saludo, un desconocido me hace preguntas en el supermercado porque lo han movido todo de lugar y no encuentra nada, la cajera que me conoce de mucho tiempo y que es peruana se alegra de verme y me pregunta como preparar un caucau, la mujer en la cola pone cara de pocos amigos y mira con envidia como mi esposo me ayuda a sacar los productos del carrito de compras.
Es domingo 15 de febrero del 2015 y busco en mi vieja Biblia unas palabras de Juan y me encuentro entre las páginas una foto de mi madre y se me encoge el alma, mi cuerpo se estremece y siento un escalofrío, trato de no llorar, de controlar mi llanto, pero no puedo...No me acostumbro, es domingo y ella pasaba todos los domingos conmigo, con nosotros, en mi casa, fueron cientos de domingos desde 1978 hasta el 2010. Me hace tanta falta su voz, su mirada. Era mi madre y yo para ella era su mejor amiga, su hermana, su hija, su madre, su confidente, su enfermera, su peluquera, su asistente, su hija mayor.

No puedo vivir de recuerdos, no quiero pensar en el pasado, pero no puedo evitarlo. Me siento en la sala y me imagino que todas las personas importantes de mi vida siguen vivas, que en un rato empieza la fiesta y que llegan todas con sus lindas ropas y luciendo tan elegantes y femeninas. Nada como las reuniones de una familia unida y querida. Me acuerdo de muchos días luminosos, de muchos domingos en familia cuando era apenas una quinceañera y me encantaban los sombreros y las botas de vaquero, los domingos en el campo, a veces en el Club Regatas, otras veces en la Cantuta, casi siempre en casa de los abuelos paternos, los veranos en la casita de la playa, los viajes internacionales gratis por ser hija de piloto.

Cantaba baladas y las canciones de Serrat y de Cabral, con mis amigos bohemios, era gran bailarina y presente siempre en las discotecas de moda, mis amigas todas talentosas y muy guapas.


Mi padre en su uniforme de piloto comercial, mis hermanitos rubios, bonitos y valientes.
Ahora disfruto cada instante porque ya entiendo el valor de los momentos inolvidables, la primera vez que tuve entre mis brazos a mis hijos, a mis nietos, a mis hermanos, a los hijos y los nietos de mis amigas queridas, sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus travesuras, sus tropiezos, las noches en blanco, los llantos. Uno quiere ser bombero el otro quiere ser director de cine, soldado, cantante, payaso, paracaidista, piloto, chef, rico, famoso. Yo quiero que sean felices.

No quiero tener cosas viejas en casa. Me he llenado de cosas buscando llenar los vacios, los huecos enormes que dejan las ausencias. Quiero tener muñecas, muchas para que cuando llegue de visita mi nieta pueda jugar con ella.

Tengo guardado un viejo pantalón porque cuando vuelva a recuperar la figura... quiero viajar a tierra santa y enterrar mis dedos en la arena.
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Quiero vivir enamorada de la vida, del amor, de mis seres queridos, disfrutar de todos los momentos simples. Limpiar los dedos marcados de mis traviesos nietos en la puerta de vidrio que da al jardin, donde ayer jugaban felices y bulliciosos, me dejaron la casa patas para arriba y al encontrar un pedazo de pan debajo de la mesa y recoger un zapatito levanto mis ojos mirando agradecida al inmenso cielo. Y sueño momentos no vividos, los imagino.

Es tarde, mi esposo apaga las luces de la sala. Busca mi mano y me invita a ver un programa en la tele.

En la Biblia encuentro un poema en una servilleta de papel. Simple pero tan profundo. Momentos. La felicidad nos llega en cuotas de quince minutos.

Recuerdo como flotaba en sus brazos enamorada, recuerdo como mi madre acariciaba mi rostro y me consolaba, recuerdo los primeros pasos de mis hijos, sus primeras palabras, sus abrazos, sus manitas acariciando mi rostro cansado, sus miles de preguntas y quisiera tener el poder necesario para ordenar que en ese mismo instante se detuviera el tiempo.

Gracias Padre de los Cielos por los bellos recuerdos. Cuida a todos los que se me adelantaron, diles que me hacen falta, diles que los quiero con toda mi alma.