01 septiembre 2018

Mientras Dormimos La Vida


 En casa por la mañana al despertar recordamos todo aquello que hemos ido perdiendo en cada sueño o que alguien nos robó al descuido mientras dormimos - Jenaro Vera Guarinos (@sargantanus)


En casa
Por la mañana
Al despertar
Recordamos todo aquello que hemos ido perdiendo en cada sueño
O
Que alguien nos robó al descuido
Mientras dormimos la vida....
Y
Así
Comenzamos a transitar otro olvido.
Volviendo de nuevo
A un escenario antiguo
Que imaginamos revisitar
Transformados en un mito
Avanzando en el tiempo
Aunque sea solo
Una vez más
Para luego
Volver
Y
Volver

31 agosto 2018

Más Allá Del Olvido (repensando a Fernando Pessoa - El Poeta Es Un Fingidor)











Te escribo esta carta no con la esperanza sino con la certeza de que nunca jamás nuestros caminos volverán a cruzarse...

No hay tristeza, para eso tendría que tener esperanza, pero las tormentas de los últimos días han destrozado el resquicio por donde era posible que los sueños me visitaran cada noche.

Te he perdido más allá del olvido.

Esa certeza me ha asaltado paseando al encontrar este puente perdido y descubrir que dejó de utilizarse y ya nunca podrás recuperar la ilusión de volver a imaginar que tú y yo algún día nos conoceríamos nadando en el río que hoy tampoco existe;  convertido en una quimera de la certidumbre que hoy me envuelve, y que puedo definir como algo semejante a la más absoluta perplejidad…

Lo más parecido a la vida común.


( IG @sargantanus dibujo sobre una foto de IG @miguel_yehudi)
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30 agosto 2018

Padre

Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista.
 Michael Levine

Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años.
 Mark Twain

Amar a la madre de sus hijos es lo mejor que un padre puede hacer por sus hijos. 
Theodore Hesburgh


Alguien me preguntó que como me calificaba de padre y fue esa pregunta, la que me hace hacerme este autoexamen, cuando por circunstancias que son ajenas a esa personita que adoras con las fuerzas del universo tienes que estar lejos de ella, esa pregunta adquiere un gran significado en la vida de uno como hombre y padre.

Siempre he creído que un padre es aquel que siempre está al lado del cañón, el que cuando duerme tiene uno ojo cerrado y el otro vigilante del sueño de sus hijos, me hubiese gustado mucho poder haber sido ese padre, como lo fue el mío, como lo fue mi muy extrañado abuelo, desafortunadamente no ha sido posible, pensé que tendría la entereza de poner el pecho a los problemas de pareja y obviarlos, en nombre del amor de los hijos.

Pero no fui lo suficientemente fuerte ni valiente para hacerlo, realmente envidio a las personas que hacen de lado su condición de hombre y mujer, y se quedan con la investidura de padres, dejan de lado el amor del uno por el otro y cultivan el amor en sus hijos, no serán las mejores personas pero creo que son unos hombres y mujeres envidiables, pues enseñan a sus hijos el valor de una familia, el aprecio por el amor a los hijos, así a la larga cuando ellos crezcan no lo agradezcan y terminen juzgandolos como hombres y mujeres, y no como padres que fueron ante todo.

Me gustaría mucho volver a vivir esos tres días de la tercera semana de febrero, a ese día en que estuvimos dando vueltas por la ciudad, gracias a las maravillas del POS, y terminar en una clínica de la cual tuve muchas dudas a un principio, donde tuve que pasar la noche en la calle, al lado de la puerta, esperando noticias que nunca llegarían, de un día completo esperando en esa puerta, de solo escuchar, un insípido “nació su bebita” a medio día, del sentarme en el andén enfrente de la clínica y llorar, con esa mezcla de felicidad y angustia, pues no podía ver a las mujeres de mi vida, de luchar contra los guardas de seguridad, de contar con la providencia de un enfermero, para que a escondidas me dejara entrar y verla...

Verla tan pequeña, tan de mentiras, ver la cara de cansancio de la mamá y ver la expresión de paz de ella, de querer abrazarlas y jamás soltarlas, de no querer volver a vivir la angustia de dejarlas solas, de salir de nuevo como entré a la clínica, a hurtadillas, y sentarme de nuevo en ese frío andén y abrazar el viento con lágrimas en los ojos pero con una inmensa sonrisa.

De otro día corriendo como loco por media Bogotá consiguiendo el auxiliar de la registraduría, de verla en su cunita, de poder darle su primer biberón, de andar luchando contra el planeta para poder llevarlas a casa.

Recuerdo cuando pasaba noches en vela tarareando cuanta tontería se me venía a la cabeza para regalarle el preciado sueño, de andar a tientas por el apartamento en búsqueda de biberones, pañales y demás, de hacer bromas pesadas con los pañales sucios, del baño en la tina y esas cosas… Es algo que cada vez que recuerdo me llena de felicidad, porque fue algo que hice con total desinterés y con toda la alegría que un ser humano pudiera albergar.

Ahora verla independiente, camino hacia el colegio, creciendo rápidamente, convirtiéndose en toda una mujer, pero sin yo estar ahí siempre; me llena de la misma angustia que viví aquel trece de febrero, sé que es una de las consecuencias que se deben pagar cuando uno deja que el amor entre padres muera, y sé también que es un precio muy alto a pagar.

Me esmeraré por estar siempre a su lado, de siempre ir en su auxilio cada vez que me necesite, de seguir siendo ese superhombre que ella ve, cada vez que me mira con sus lindos ojos castaños...

15 julio 2018

Annelysse

Con los ojos fijos en las finas líneas blancas, acaricia la mesa de cristal. Coloca un dedo sobre ella y la mancha de grasa. La huella dactilar estropea la superficie pulida. Sus pupilas, fijas en el polvo, que también estropea la superficie pulida. El vidrio, que nació para que lo malograran, y Annelysse, que directamente nació rota. Toma un pedazo de cartón para alinear las rayas. Las quería perfectas, finas, de un blanco nuclear, tan delicadas como ella misma. Si las inhalaba, desaparecían. Entonces solo quedaría la mesa como prueba de su delito. Annelysse, que contemplaba la mesa con las pupilas dilatadas, sonreía despacio; divertida con su travesura.
Ella, que tenía un nombre elegante, no lo era en absoluto. Su rostro cetrino, con la mandíbula prominente y las mejillas hendidas, arrugas en el arco de las cejas y en la frente, como un acordeón. Annelysse llevaba un vestido usado de color añil, las clavículas sobresalían por su delgadez, su cabello, castaño oscuro, recogido en una pobre coleta. Qué más daba... Annelysse se sentía bella. Con sus ojos de búho, era bella. Con sus labios de lagartija, era hermosa.
Tomó el canuto sobre sus orificios e inhaló. Enseguida llegó el fuego su fuego ¡ardiente fuego! Desde la punta de la nariz hasta su cabeza. Golpeaba duro en la cabeza, en el centro de la frente. Como una explosión de pólvora que la prendía a ella junto a sus ilusiones. Entonces olvidaba la casa abandonada, donde estaba de okupa, y poco le importaba el dinero que debía por la mercancía.
Temblando por el colocón, observó a un tipo que caminaba hacia ella: llevaba unos pantalones vaqueros gastados que acompañaba con una camiseta de lana roja de mangas usadas y un agujero en el pecho. «Tía, le comentó he venido a recoger la pasta, ¿la tienes?». Annelysse le sonrió temblando todavía, luego tosió. Se había convertido en una cerilla, su cabeza explotaba mientras que tomar aire se convertía en trabajo complicado.
Abrió la boca y escupió saliva, el tipo la miró y le dijo: «Tía, la pasta». Annelysse, con su vestido añil, tenía convulsiones en el suelo. Él sacó una navaja y se arrodilló a su lado. Annelysse se marchitaba, Annelysse, la que se sentía hermosa pero no era hermosa, Annelysse, la que buscaba consuelo en estropear el cristal con el que estaba hecha su mesa de café; temblaba más, la pobre Annelysse. Y el tipo mirándola sin entenderlo: «¡La pasta, joder!».
De la boca carcomida de la no tan bella Annelysse salió más saliva. Perdida ya en su inconsciencia quiso reír. Porque con las rayas era una princesa en un palacio de oro y rubíes, una dama digna de admirar. No la yonqui de Annelysse, no un cadáver en el suelo. Una princesa, ella era una princesa.


Escrito por María Ahufinger, Blog: María Ahufinger.

26 junio 2018

Estúpido pero feliz

No consigo contestarme
por qué me olvido de todo,
no puedo de ningún modo
razonar sin olvidarme.
Y no dejo de quejarme
de mi efímera memoria...
Ya me olvidé de la historia
que empezaba a relatar...
ya no puedo ni rimar
de forma satisfactoria.

Mi cabeza está sufriendo
un deterioro importante,
y nada gratificante
es ver que se me va yendo.
Y el pelo que va saliendo
ha plantado su raíz
en esa materia gris
que tenía por cerebro.
¡No digan que no me integro
a este mundo tan feliz!





13 abril 2018




La visita 


En una ciudad gris, llena de gente gris, un extraño llegó y se instaló en una casa vieja y destartalada. Al poco de convivir allí se descubre su rara faceta de dar de comer a las mariposas. Las alimentaba continuamente y engordaban y engordaban hasta que reventaban explotando y eclosionando entre ellas, dando lugar a la paleta de color más grande que se haya visto jamás. La magnífica mezcla de colores llenaba el aire de tonalidades que no existen. Una vez ha sembrado el asombro, marchó rumbo a otra ciudad sin que nadie le detuviera.  Ahora todo es de un color indescriptible, pero las crisálidas están vacías.

25 agosto 2017

Cuesta dejarlo.

Todo lo bueno tiene su fin, pero nunca sabes cuando sucede porque a nadie le dio por ponerle caducidad. Es difícil alejarse de lo que te caracteriza, lo que imprimió su huella en tu figura hasta convertirte en algo diferente como una hoguera consumida es imborrable.

La sombra siempre te persigue como una leyenda a su hazaña, poca verdad por la falta de testigos objetivos que dejan de serlo cuando les salpica el circulo y la pirámide se invierte para hacerte caer al abismo sin fondo, una caída que dura minutos, años y décadas. La condena a muerte de un reo que jamás llega a tocar el suelo, porque fallece por el camino.

A veces tienes que quemar una vida para hacer posible la siguiente, y aunque el ave fénix no aparezca por ningún lado, la ceniza sabe discernir entre lo cierto y lo que no... ella esta a salvo porque difumina su existencia a cada lluvia o mecida por una brizna de viento. Lo fue nunca volverá, pero tampoco por ello deja de ser, de ocurrir en otro plano paralelo del mismo inicio y distinto final.

Los niños del infierno no miran al cielo, porque el suelo arde mucho más y merece la pena prestar atención a donde se pisa en vez de buscar una salida donde se pierde la luz. Todas las estrellas sueñan con el firmamento hasta que se caen del techo, algunas mueren por el camino, otras dejan vestigio a través de un agujero.

La ironía es un mensaje que puede tomar mucho tiempo en llegar, pero tarde o temprano te termina encontrando. Siempre quise tener alas como mi nombre pero sólo alcancé tener un rabo como el demonio. La sociedad te acostumbra a no decepcionarse uno a sí mismo. Dicen palabras como imposible, no se puede o algún día puede continuado por muchos quizás, demasiados incluso.

Pero lo divertido es lograrlo sin que nadie más que uno lo sepa, no es como el nacimiento de un hijo, o su fabricación. Para nada tiene que ver con el egoísmo, sencíllamente algunas cosas se guardan en secreto hasta que la memoria lo permita o te reste aliento... Siempre que llega Pi al reloj, recuerdo los años de universidad paseando libros y me veo dentro del circo que forma mi vida y no puedo evitar sonreír por aquel chico ingenuo.

Entre él y yo hay mil caminos que sería un milagro desentrañar para que ambos volviéramos a coincidir en este punto. Infinitas incógnitas en una ecuación que se balancea sola en un columpio desmontando la teoría que no es posible el movimiento eterno o la bomba de calor-frío de eficiencia perfecta.

Las cosas rígidas terminan haciendo daño, dejando señal y delimitándose por puntos como las gráficas volumétricas de las integrales. Cada coordenada varía con el tiempo y sólo el conductor del tren sabe o vislumbra donde acabará ese efímero tranvía estacionado. Sigue siendo la eterna pregunta sin respuesta, como la cabra que tira para el monte o la oveja que regresa a su redil, algunas cosas no cambian y por el contrario otras no dejan de transformarse sin necesidad del sombrero de un mago.

Las sorpresas siguen siendo minas, las más peligrosas ya hubo alguien que las desactivo. Llegados a este instante debo de confesar humildemente que ni siquiera fui yo, porque aún sigo recomponiendo los pedazos de mi persona tras pisarlas por descuido, pero como las armas inteligentes, no tienen una sola carga, porque si así fuera no tendrían sentido al igual que la piedra en el camino.

De los errores se aprende, al menos después de la cuarta o quinta vez. Luego por vergüenza o rutina dejas de inmolarte por mucho que vuelvan a crecer las piernas, porque hay mas vida detrás de la muerte... o al menos eso piensan los traficantes de armas al llenar sus huchas. Más en verdad... siempre acabas pagando las cuentas pendientes.

El mono sube a la ventana a veces y masculla mi nombre. Yo le miro con los ojos de un niño y pongo una sonrisa, voy a buscar un adulto y cuando vuelvo no suele estar para comprobarlo. En ocasiones veo su estela desaparecer tras la polución de la ciudad, dejando un rescoldo de calor sólo perceptible bajo infrarrojos, pero ni así se puede certificar la existencia de algo no documentado.

La historia te persigue hasta que logra morderte, eso lo aprendí de las serpientes y los lagartos con esos magníficos dientes que una vez aprensado no te dejaban escapar. No era necesario mucho veneno sino apretar muy fuerte para no soltarlo. Otras veces al abrir la mano ya no quedaba más resto que el sabor perdiéndose en los labios y el aroma desapareciendo en dirección contraria hacia el pasado.

Allí todo tiene posibilidad, pero ni Einstein logro la forma de encontrarlo.

Siempre ha sido fácil seguir para adelante, pero lo adecuado es saber de donde se viene sin la imperiosa necesidad de volver la vista atrás ni utilizar migas de pan. Con la multitud de ratas aéreas y gorriones se ha vuelto una odisea regresar sobre los propios pasos y sin indios que rastreen es casi una misión imposible lograrlo.

Pero cierra los ojos y antes de que llegue el sueño, podrás alcanzarlo al menos mientras dura un segundo si las circunstancias te lo permiten. Sigo tocando el piano al caer el ocaso, dejando un vestigio no vendible, ni franquiciable, porque el titular del viaje es el único con su nombres y apellidos en el billete. Por muy madre o padre que seas, no tienen valor si tu identificación no coincide con el pase.

Yo tengo mis credenciales escondidas entre las cicatrices de mi cuerpo, sin tatuajes que se puedan copiar ni alterar bajo ninguna mano que no sea divina, tampoco son replicables, al igual que dos huevos que caen desde la misma altura no se fracturan de igual modo. Porque a quien le importa un huevo esas mierdas. Supongo que sólo a la cascara y su contenido oculto. Vivo con el gato de Schrodinger porque ni el sabe la salida al enigma y yo soy tan curioso que no puedo evitar mirar como termina esa historia, ni la otra.

Nunca fui un narrador de voz profunda, al menos no uno conocido por más de una persona. Inventor sin patentes o creador sin aura ni cetro. Eso si pega con las suelas de mis zapatos, pero como cada año pasan cuatro temporadas distintas para que ni las casualidades sucedan dos veces de la misma manera. Yo antes echaba humo y ahora bebo electricidad y suelto destellos.

La moderación es la mejor amiga de todo yonkie, o al menos la que debería ser su emblema, porque al igual que la petanca, hay restricciones y penalizaciones en cada partida que juegas. Por eso hay normas y leyes, y luego están las elecciones y posibilidades. Toda pecera contiene una cierta capacidad de agua, pero desde dentro se sabe a ciencia cierta que fuera hay una porción practicamente igual de aire que la envuelve. Ambos cambian densidades y volúmenes conforme pasa el tiempo. Los humanos sólo somos el atrezo que se mustia mientras espera el resultado.

Las plantas no van a ningún lado, pero tampoco tienen pretensiones de mover sus raíces a no ser que sean flotantes y surquen una superficie acuática hacia ningún lado o si, quien sabe, la fotosíntesis es el misterio indescifrado por cada vegano y cada vago que no sabe que sera de él mañana.Con suerte volveremos a vernos algún día, mientras espero al siguiente recital como los niños esperan al ratoncito Pérez para que les traiga un regalo a cambio de un diente.

Cuando eres pequeño todo parece más grande y fabuloso, pero al hacerse mayor el cuento pierde magia y se acerca a la realidad con sus arrugas y dolores. Todo lo que tiene un principio suele acarrear un final, pero a veces cuesta dejarlo y seguir en paz. Son las 04:04... y a día de hoy todavía no se si es muy tarde o muy temprano.

Escrito por: Kramen, blog: La posada de las palabras.