29 abril 2009

Maternidad


Maternidad

Aquella noche mis manos
Tocaron mi tronco dormido
Por dos décadas…
Las hojas secas de mi maternidad marchita
Levantaron sus cabezas gachas
Y sus raíces gimieron adoloridas….

La figura pequeñita de una niña
Visitó los caminos inquietos de mi mente
Me llené de ternura y emoción infinita…
Tenía los cabellos color trigo
Y los ojos dulces como caramelos de miel,
Sus bracitos rellenos como nubes blancas,
Sus manitas suaves como el algodón,
La niña se metía entre tu cuerpo y mi cuerpo
Y en su voz, infantil y aguda,
Nos llamaba ¡Papito! ¡Mamita!
Y nos cubría el alma toda
con su sabio amor de pequeñita.

Aquella noche cuando me hiciste el amor
Y me llenaste toda de ti
Y me diste todo tu ser
Sentí el deseo enorme de ser fecundada
De tener un hijo de nuestro amor tardío
De vivir una maternidad feliz,
Anhelada, completa
De ver crecer orgullosa el fruto de mi vientre
Y que tú lo acariciaras y le hablaras…

Aquella noche comprendí
Muchas cosas,
Me dolieron tantas otras,
Tú querías tanto como yo que el fruto germinara
Y yo quería darte una hija de este amor maravilloso….
Una niña con tus ojos,
Una niña con tus manos,
¡Que alborotara nuestras mañanas!
Y nos desvelara por las noches
Que nos llenara de una dicha total
Que completara los vacíos enormes
De nuestros frustrados anhelos…
De nuestro amor tardío…

Por eso, aquella noche
Sentí con fuerzas de colosos,
La necesidad de darte un hijo
De sentir mis pechos grandes
Y que en mi vientre marchito
Creciera una vida nueva,
Fruto de este amor puro que estoy sintiendo por ti
Y que me toca las fibras mas hondas
De esta maternidad ansiada…

Una niña con tus ojos,
Una niña con tú mirada,
Una niña con tus manos,
Una niña preciosa de este amor maravilloso.


Marisabel
Mayo de 1995 (a los 41 años)

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