29 abril 2009

Poemas de mi libro Luz de Almas Viejas....



Poema de una mujer en el otoño de su vida

Quiero decirte algo,
pero no digo nada,
que te amo,
Que no encontré aún
el sentido de mis pensamientos
Ni el de mis palabras.

Debería juzgar la oportunidad de irme
antes de haber llegado a casa,
cuando siento deseos de irme a otro lugar
para sentirme como en casa.
Quiero, ya sabes,
quiero seguirte,
quiero quedarme,
Quedarme en ti,
Pero he sentido miedo de llegar
hasta tu alborada,
Qué encontraría yo a lo largo de tu espalda
una vez reconocida la última cicatriz,
quizás la salvación de mis sentidos,
tal vez las cuerdas de una vieja guitarra,
el malecón,
Miraflores,
las luces del mar,
el cine Pacifico,
la calle de las Pizzas,
Quizás las lanchas viejas de Agua Dulce,
Mis aňos mozos,
Mis muslos firmes,
Mi piel lozana,
Mis ojos grandes,
tal vez, sentirme como en casa.

Vivir es amanecer contigo
luego de haber caminado largo
y en calma,
pero debería,
Oh! debería dejarte ir...
tengo que irme,
Tengo que marcharme…
No quiero,
Pero tengo que irme,
Tengo que marcharme…
Quiero quedarme en tus brazos,
Olvidarme de todo,
Pero tengo que volver.
Te miro hacerme feliz
y reinas en mi vida,
pero tú sólo duermes y nunca,
nunca sabrás nada.
Nunca comprenderás como te quiero,
Cuanto,
Como te añoro,
La falta que me hacen tus caricias,
Desde siempre…
Y tu dulce mirada
Al marcharme me has dado un fuerte abrazo,
Has besado mi frente,
Has besado mis ojos,
He dado la vuelta para caminar hacia el avión
Me he quedado con el recuerdo de tu dulce mirada,
Y he vuelto a llorar,
como alguna vez lloré cuando creía en el amor.

Te has quedado en la tierra de mi primera juventud,
Yo he regresado a mi realidad,
A mi mundo,
Tan diferente al tuyo,
A mi vida,
Tan diferente a la tuya.
Te has quedado a vivir en los caminos de mi mente.
Tu presencia me acompaña de día y de noche,
Hasta dormida pienso en ti.
Te observo hacerme feliz,
Una y otra vez,
Como si esos pocos días,
fueron siete,
Hubieran sido los días más felices de esta vida mía,
De este camino lleno de obstáculos,
dolor y fracasos,
Hasta que un día tropecé con tu espíritu,
Con tu virilidad,
Con tu juventud,
Con tu sonrisa,
Con tu ternura,
Con el amor que tanto había anhelado.


Nunca entenderé como pude quererte tan rápido,
Quererte tanto, tanto,
Que tengo que esconderme para suspirar cuando me acuerdo
De todos los momentos que tuve que robarle a mi vida,
Que está en otoño
Y que quiso robarle a la tuya,
tu primavera.



Mary Fernández
Febrero 2008

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