07 mayo 2009

¿Descabellado suicidio colectivo?

Apenas permanecía un puñado de supervivientes. Atrás quedaron los tiempos en que miles y miles poblaban esa fértil región. En los últimos días, los que sobrevivían podían ser contados con los dedos. Se dedicaban a añorar su glorioso pasado.
No sabían por qué misteriosa razón, a cada uno se le fue contagiando ese extraño síndrome de querer lanzarse al vacío, terminando prematuramente su vida. ¿Depresión contagiosa?
Con el paso del tiempo, cada vez más temprano, uno por uno realizaba su salto mortal, condenando su especie a la irremediable extinción.
Finalmente quedaba uno. Solo. Miró en torno, y se percibió en una ausencia absoluta de compañía. La soledad lo terminó de empujar: caída libre, definitiva, sin retorno. Se tiró en picada. Como si fuera un clavadista profesional, pareció flotar y flotar por el aire, dándose algunas volteretas… hasta descansar eternamente en el suelo.
Con la caída del último, la cabeza de Eliseo quedó totalmente dominada por la alopecia.

4 comentarios:

  1. Espero y deseo que no sea profético. Buen relato.
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Anónimo: son peliculeras las reacciones de mis amigos frente a su alopecia... Jaja

    Silvia: Espero, como tú, que no sea profético en mí, aunque para otros sí.

    Cheyo: Yo tampoco lo esperaba... Y todavía quisiera no esperarlo...

    Saludos!

    ResponderEliminar

Mensaje