24 mayo 2009

Los intrusos

No recordaba cuándo empezó a ver a ese intruso dentro de su propia casa. Lo cierto era que lo veía frecuentemente. Al principio se asustó, pero luego se fue acostumbrando a mirarlo a la cara. Se dio cuenta de que, aunque tenía miedo del desconocido, éste también lo miraba con pavor: los temores eran mutuos.
Al pasar los días y las semanas, ya no aguantaba verlo más. Lo detestaba; pero por más que lo amenazaba, no se marchaba.
Un día, el extraño personaje no dio más señales de vida. Como si existiera alguna secta secreta, una mujer perseguidora ocupó su lugar. Nuestro hombre no la soportaba. Incluso notaba que lo seguía a algunos lugares públicos. Comenzó a sospechar que la misteriosa mujer adivinaba su pensamiento: cada vez que levantaba su puño para amedrentarla, ésta alzaba el suyo con rapidez, y así ambos se contenían.
Pensó en avisar a la policía, pero optó por ignorarla, hasta que aquella noche, precisamente en el baño, vio a la intrusa desnuda. No pudo tolerarla más. «¡Quién se ha creído ésta para meterse en mi propia casa sin permiso!». Rápidamente le propinó un golpe a la cara.
Con el puño ensangrentado, contempló los pedazos del espejo dispersos por el suelo. Su nerviosismo se descontroló cuando descubrió que, en cada pedazo, estaba aquella entrometida. Entonces lo invadió la duda, y cuestionó su decisión de someterse a esa cirugía de cambio de sexo.

2 comentarios:

  1. Muy interesante Yuan, te descubrí por la mitad de la narración pero me pareció muy interesante realmente y me llevaste hasta el final. Un saludo afectuoso. Vicairot

    ResponderEliminar
  2. Que planteo tan crudo, e intenso en este relato...no imaginaba hasta donde llegaría, muy bueno YUAN. Un abrazo!

    ResponderEliminar

Mensaje