15 mayo 2009

Violencia doméstica

«Espero que esta vez no me joda cuando llegue a casa», pensaba ella, mientras manejaba. Estacionando el carro, presiente la mirada de él que la acecha desde la ventana. La joven abre la puerta para entrar, y él, súbitamente se le abalanza. Ella apenas le presta atención, sólo le da una fugaz caricia en la cara, para salir del paso. Él no se conforma: desea más. En sus ojos se ve que está hambriento de más. «¡Déjame tranquila!» La chica trata de ignorarlo, pero él hace caso omiso a su reclamo y la sigue por todas partes hasta la alcoba. Le toca las piernas descontroladamente. Él ya está jadeando, lamiendo la piel de ella. «No estoy para ti hoy. Estoy muy cansada.» La respuesta de él no se hizo esperar: «¡Guau!», dijo cariñosamente, mientras agitaba su rabo con fuerza, esperando su galletica de cachorrito.

2 comentarios:

  1. jaja, una historia "mutante", me gusta mucho. nos estás atrapando psicologicamente, nos haces centrar la atención e imaginarnos un suceso. Que mal pensado que soy!

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  2. Marcos,
    ¿Por qué eres mal pensado? ¿En qué pensabas?
    Yo pensaba que el relato estaba claro desde el principio...
    Jeje.

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