22 junio 2009

Dueños de la luz


Esa noche, ella no sabía por qué, pero tuvo un impulso.
Se levantó precipitadamente del sillón de su casa y decidió salir a caminar por la noche entre las piedras grises y desgastadas, caminó y no supo qué buscaba y en realidad no le interesaba.
Espero a que el destino se lo indicara.
Llegó hasta un bar que no llamaba su atención y aún así bajó las escaleras oscuras y manchadas de anécdotas para entrar en él; el corazón todavía no le existía para ese entonces.
Entró, se detuvo en la puerta y con la mirada buscó un asiento vacío, cuando lo encontró se dirigió hacia él.
Mientras iba avanzando la gente la observaba, simplemente no podía pasar desapercibida: era misteriosa como su nombre.
Iba vestida con una gabardina negra, entallada y con un moño en la cintura muy pequeño y satinado, el largo le llegaba hasta por debajo de las rodillas, traía tacones altos y delgados que además dejaban ver sus pantorrillas, hermosas pantorrillas caoba fresca; tenía la piel aduraznada, boca carnosa y rosa, ojos enmielados y lengua sabrosa, el cabello le llegaba a las orejas, alborotado y azabache, seguía misteriosa, sensualmente hermosa.
Se sentó en la barra, pidió un Martini, nunca lo hacía pero ese día así lo hizo, bebió un sorbo y lo supo…
Volteó a su derecha pausadamente y lo encontró, él también la miró, se vieron, vivieron…el corazón les latió como nunca lo había hecho antes.

Con sus manos, él buscó su cerveza oscura y bebió, se levantó de la silla, ella mientras tanto, se tomó de un solo trago lo que restaba del Martini, sin más se aproximaron a sí mismos.
No había qué pensar nada, discretamente el destino se los había susurrado, se acercaron, tanto que el aire que comenzaron a respirar era el que exhalaba el otro.
Se leyeron el iris entre estruendosos suspiros, el bar empezó a desvanecerse, ya no necesitaban nada, sólo su mutua existencia.
La gente se extravió en la oscuridad creadora, sólo quedaron él y ella.
Se acariciaron el cuello, besando la perfección del candil.
Él acarició su rostro con las llamas de sus dedos, como una mañana reciente, ella le sonrió y vibró susceptible a la lluvia de sus deseos.
Como recién graduada y haciendo gala de alegría desabotonó sin premura cada botón de la camisa azul cielo y la dejó caer; sus uñas recorrieron el pecho blanco y él deshizo el moño satinado, ella portaba debajo, su desnudez esplendorosa.
La atrajo hacia sí con fuerza, le besó el cuello y con lentitud impulsiva la despojó de la gabardina negra, él quedó mudo contemplándola.
Sus enormes senos color almendra partida y sus apetecibles pezones acanelados, lo invitaron a una fiesta compartida.
Bañándolo de suave transparencia, la lengua apuñalada, desgarrándose por envolver los planetas que ahora posee, siguió tocando.

Continuó lamiendo, encontrando el placer de derrumbarse apasionada al sube y baja.Él la recorrió y en su boca, un halo de amor había, envolvió el monte donde las ilusiones se forman.
Se acercó con prudencia y la penetró pausadamente y firmemente, con la frondosidad de un tronco sabio, los movimientos cadenciosos incomprensiblemente deliciosos, nadie puede saber lo que es respirar el aroma de un alma, como ellos.
Se sedujeron sin tiempo y sin equivocaciones, lo absurdo para los demás era para ellos ser eclipse.
Constantemente autónomos, infatigablemente uniéndose, perpetuándose, eternizando su estación, la de los amantes.
Ella lo sentía, él era un encendedor exquisito, impregnado de abismo, ella en él, como cerveza batida derramándose en un remanso.
Entre espasmos y señales de una noche ardorosa, siguieron su movimiento en un vaivén de incienso puro, se saciaban dentro.

Era sed milenaria que en volcán inconsciente se brindaban, él seguía acuchillándola filosamente, clavándose, atravesando su gustoso cuerpo, ella con su ombligo arriba, conjuraba rayos de sol y de luna y lo recibe como mar, abiertamente y sin dudas, apretando su existencia, agitándose, contorsionándose a ritmo afable…afuera y adentro con bocas abiertas y cuerpos febriles.
Cuerpo sobre cuerpo, mojados de manjares, se entregaron para por fin brillar,
convertirse en los únicos dueños de la luz.

3 comentarios:

  1. Era sed milenaria que en volcán inconsciente se brindaban, él seguía acuchillándola filosamente, clavándose, atravesando su gustoso cuerpo, ella con su ombligo arriba, conjuraba rayos de sol y de luna y lo recibe como mar, abiertamente y sin dudas, apretando su existencia, agitándose, contorsionándose a ritmo afable…afuera y adentro con bocas abiertas y cuerpos febriles.
    Cuerpo sobre cuerpo, mojados de manjares, se entregaron para por fin brillar.

    No tengo nada más que decir.
    Excelso.

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  2. Sensacional...una descripción fantástica, un placer de sensual sutileza...bellísimo!!

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  3. OYE! me pareció muy bueno, las perfectas descripciones, el lenguaje justo y las palabras adecuadas.

    Por eso se me hace extraña la historia sin mucho sentido que pusiste al principio! bien podrías prescindir de ella y el conjunto resultante es mucho más que brillante...

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