Seguí tu rastro, de sangre,
por el árido sendero
del Calvario.
Vi clavarse, con saña,
la lanza en tu costado.
Sentí el martillo, batir,
contra los clavos
que juntaban tus miembros,
huesudos, al madero.
Vi, en ti resignación, y paz,
ante el verdugo.
De quien sabe morir
por lo que cree.
No había flores, ni cirios,
ni saetas.
Nadie ocultaba el rostro,
tras las sedas.
No se ornaba,
el gentío,
de encajes ni oropeles.
Había dolor; y rabia.
Oí silencio.
¡Allí moría un hombre;
en carne y hueso!
¡Lo hacia en un ara de amor
y libertades!
Dios bendiga tus palabras! y tu infinita inspiracion!
ResponderEliminarBellas palabras de inspiración cristiana. ¡Bravo!
ResponderEliminaraullidos y saludos
cani no bucaste tu premio..no importa..muy lindo
ResponderEliminarme a gustado
lidia-la escriba perenne