14 octubre 2009

El cruce de líneas de Larry Manson.

Eran las nueve de la noche de un domingo, estaba en mi apartamento leyendo el diario cuando sonó el teléfono.

-¿Si? – Contesté.

No se escuchaba nada.

- No oigo nada. ¿Quién es?

Escuché como alguien descolgaba el teléfono.

-¿Si? – Se escuchó al otro lado.

-Hola. - Dije yo.

-Tenemos que hacerlo hoy. - Interviene una nueva voz.

-¿Estás seguro? ¿No será arriesgado?

-Hola, perdón, creo que se han equivocado. – Señalé.

- Mañana ya será tarde. – Continuó el segundo hombre como ignorando mi aclaración, mientras el otro le contestaba.

- Pero…

Ahora entendía, estaba metido en una conversación ajena entre dos personas que no me escuchaban a mí.
En fin, pensé en colgar y seguir con el diario.

- ¡Hay que matarlo, mierda!

Esto me mantuvo pegado al teléfono un buen rato. Estaba descolocado.

- ¿Pero estás seguro de que te vio? – Preguntó el hombre que parecía más calmado.

- No sé, pero me tengo que asegurar. El estaba ahí, no puedo soltarlo y dejar que se vaya, no creo que no cuente nada.

- Si, será lo mejor, no hay que dejar testigos.

Rápidamente un terrible pánico corrió por todo mi cuerpo. Estaba sudando, no sabía qué hacer. Tenían a un testigo secuestrado y planeaban matarlo.
No sabia quienes eran ni donde estaban, ni siquiera si estaban en la ciudad o a mil kilómetros, o en otro país. Y yo me estaba enterando de todo en primera fila.

Quise llamar a la policía pero, ¿qué les diría? Tampoco estaba seguro de que fuera verdad. Estaba muy nervioso como para pensar con claridad y decidir mi manera de actuar.
Me mantuve escuchando.

-Tenemos que planificarlo cuidadosamente. ¿Sigue en el sótano? – Preguntó el que parecía tener el control de la situación.

-Si, pero no podemos matarlo aquí, ni Tampoco dejarlo, no puedo dejar que mi mujer lo vea. No quisiera tener que deshacerme de ella también.

-¿Y a donde lo llevamos?

-Podemos llevarlo a una montaña y tirarlo, y que parezca un accidente.
¡No, no! mejor aún, seria mas fácil y rápido tirarlo desde una azotea de un edificio alto, y que parezca un suicidio.

-Bien, llevo mi coche y lo metemos en el maletero.

-Date prisa por favor, ya no se que más hacer, estoy muy nervioso.

-No te muevas de ahí y no hagas locuras, llego enseguida.

Se escucha un fuerte golpe de teléfono.

Me quedé pálido, frío e inmóvil. Me había vuelto loco, no podía creer lo que acababa de escuchar. Más que nada por lo fríos que parecían los dos hombres a la hora de hablar de matar. Como si fueran simples negocios.
Colgué el teléfono y me senté temblando en el suelo.
Iban a matar a una persona, yo lo sabía todo y no podía hacer nada.
Sólo se me ocurría llamar a la policía…

-Departamento de policía, ¿en qué puedo ayudarle? – Preguntó amablemente la operadora.

-¡Van a matar a un hombre! – Comenté desesperado.

- ¿Está usted seguro?

-Sí, sí. ¡Dense prisa por favor!

- Muy bien. Descríbame la situación.

-Dos personas hablaban por teléfono, hubo un cruce de líneas y lo escuché todo.

-¿Usted está con ellos?

-¡No! – Exclamé. - ¿Cómo?...

-¿Pues donde están? – Interrumpió ella.


-No lo sé.

-Si me lo cuenta será mejor para usted. – Advirtió, como queriendo culparme de algo.

-¡Le digo que no lo se! ¡Que se cruzaron las líneas!

-Dígame su nombre.

-Larry Manson.

-Escuche, hemos rastreado su llamada, la policía esta de camino, permanezca conmigo al teléfono.

-Bien, gracias.

-Ahora cuénteme tranquilamente que fue lo que pasó.

Demoré unos quince minutos en explicárselo todo y me mantuve a la espera. Cuando de repente veo que pasa por mi ventana una figura de algo que caía.

Corrí rápidamente, abrí la ventana y miré. Un hombre había caído sobre un auto.

-¡Dios mío! – Pensé. Los asesinos deben estar en la azotea del edificio. ¡No lo puedo creer! Estaban aquí y no pude evitarlo. Me sentía muy frustrado.


Pero pensé que podía detenerlos antes de que bajaran.
No tenia miedo de que me hicieran daño, estaba furioso.
Salí corriendo por el pasillo cuando escucho unos pasos de gente corriendo detrás de mí.

-¡Señor Manson! ¿Es usted?

Me giro rápidamente,

-¡Sí, sí, están arriba, deténganlos!

-Usted no se mueva, acuéstese en el suelo boca abajo y ponga las manos en la nuca. – Ordenó el oficial.

-Pero...

-¡Al suelo!


Me apuntaban con un revólver, era increíble, no era yo, estúpidos, se estaban escapando.

-¡Se escapan!

-Vamos, tenemos que interrogarle.

-¡Pero se escapan! Vayan rápido, están bajando de la azotea.

¿Ah, sí? Por el momento usted es nuestro único sospechoso. ¡Hay un hombre muerto ahí abajo! ¿Lo sabia?

-¡Claro que si! Pero por favor, echen un vistazo arriba.



-Está bien, tenemos que asegurarnos. – El policía ordenó a un agente que suba a la azotea y rastree el edificio.

Pero ya era tarde, habían tenido tiempo suficiente para escapar.

Me sacaron del edificio, la calle estaba acordonada, la gente se había aglomerado, algunos aplaudían a los policías, otros me gritaban “asesino”, yo no entendía nada, me sentía el doble de frustrado que antes.
No había podido evitar el crimen.
No pude hacer que detengan a los asesinos.
Y para colmo, iba de camino a la comisaría.

Luego de muchos interrogatorios me encerraron hasta aclarar el asunto, porque yo era el único sospechoso.

Pasé una semana en la celda hasta que encontraron a uno de los culpables, quien milagrosamente confesó todo y delató al otro también.

La victima había visto a uno de ellos en un crimen anterior, y por eso querían deshacerse de él.
También la policía había encontrado varias llamadas entre los dos teléfonos durante la tarde y noche del domingo, en las cuales habían estado hablando sobre el tema. La última me tocó escucharla a mí.

Hubo un gran juicio y finalmente quedé en libertad.
Se creyeron mi historia. Ni asesino ni cómplice, sólo una persona que contestó el teléfono en el momento equivocado. Se disculparon conmigo, pero nada más, era indignante.
Pero en fin, yo sólo quería volver a casa y al día siguiente me pondría a buscar un nuevo lugar donde vivir.
Llegué a mi apartamento por la noche.
Me duché y luego me senté en mi sofá a tomar un trago.
De repente suena el teléfono.
Yo dejé que sonara hasta que parase.
Pero no paraba. Así que descolgué...

-¿Hola?...

Un silencio absoluto…

Rápidamente colgué el teléfono con un golpe y sin pensarlo demasiado arranqué el cable de la pared.
Ya había sido suficiente. No quería enterarme de más cosas, por muy importantes que fueran.

6 comentarios:

  1. Jejeje buen cruce de lineas para al final terminar apagado o fuera de cobertura porque los designios son diferentes dependiendo de en que lado de la linea te encuentres...

    Muy bien como siempre :p

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  2. Que cruce peligrosa!! jejeje
    Muy bueno el texto.

    D:


    Un beso

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  3. Uuuyy...peligroso tambien ese cruce de Larry con Manson....simbolico? misterioso? casualidad?

    Muy bueno!
    Felicidades!

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  4. pura casualidad, porsupuesto, en que estaria pensando yo?, jaa

    gracias y saludos

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  5. Hola! Me ha hecho escuchar las palabras como si las viera en una palícula, oir los ruidos y sentir las pausas con un ambiente musical que hace tiempo que no percibía. Me ha hecho recoredar las cosas que de verdad me importan y que he dejado aparcadas en una esquina del tiempo.
    Con esa excusa me he animado a entrar en este blog y ha intentar montar una que tenga una componente acústica en la creación. Si puedes visita la entrada de ayer sobre una experiencia onírica sobre Lao Tse.
    Gracias por todo.

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  6. Muy bueno Ranti, vaya casualidad y que malo que la gente no crea en uno de buenas a primeras.

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