24 noviembre 2009

El fumadero de opio

Entré en la librería y pregunté al dependiente si yo era el primer zurdo que entraba en ella:

-No lo sé. -Levantó la vista de su Robinson Crusoe de tapas de cuero y mirándome extrañado me dijo: -¿Cómo quiere que sepa si la gente que entra aquí es zurda?
-Debe usted fijarse en los detalles, una persona zurda le dará el dinero con la mano izquierda. Los detalles...

El dependiente dio un respingo con la nariz y prometió, con una cierta condescendencia, fijarse más a partir de ahora. Lo dejé y empecé a hojear varios libros, de golpe vino hasta mí un extraño olor penetrante que parecía cristalizar en mi cabeza. Me mareé y tuve la certeza de que me iba a desmayar, decidí dirigirme hasta el fondo de un oscuro pasillo en busca del lavabo. No recuerdo exactamente lo que vi en aquella habitación cuando abrí la puerta, pero lo que sí puedo asegurarles es que aquello no era un lavabo. Notaba sobre mi sien un martilleo cada vez más fuerte. La sala estaba oscura y llena de humo, era imposible saber donde terminaba esta, a duras penas me di cuenta de que las paredes estaban recubiertas de madera. Me arrastré apoyado en la pared, las rodillas me temblaban y sentí que no podía seguir de pie, caí de bruces en el suelo y sentí un cierto alivio al notar como la sangre bajaba por mi nariz acariciando suavemente mis labios.De repente apareció de entre la nebulosa tiniebla una silueta muy alargada, y desfallecí completamente.

Retomé la consciencia ignorando el tiempo que llevaba tumbado en aquella habitación. El humo se había disipado lo suficiente como para reconocer los límites de la sala, que estaba recubierta completamente de madera. El suelo estaba lleno de sangre, me toqué la nariz y advertí que la hemorragia había cesado. Salí de la habitación y me dirigí hacia el dependiente:

-¿Cuánto tiempo llevo ahí dentro?.
-Una media hora.-Contestó sin levantar la vista de su Robinson.
-Escuche, ¿qué es lo que hay en aquella habitación del fondo?-Pregunté con infinita curiosidad.
-Eso es el fumadero de opio, decidí instalarlo al ver que ya nadie compraba mis libros... -En ese instante me miró, y su cara se volvió blanca como el papel-
¡Está sangrando!.
-No se preocupe, ya paró la hemorragia de mi nariz.
-No es la nariz, ¡tiene la mano derecha empapada de sangre! ¿Qué ha pasado ahí dentro?
-Soy incapaz de recordarlo, me desmayé.
-¿Ha matado usted a alguien?
-Eso es imposible -respondí- Recuerde que soy zurdo y tengo la mano izquierda limpia. Y ahora, si no le importa, cóbreme este libro.

Miré por última vez la cara aterrorizada del dependiente, le di las monedas luego de sacarlas del bolsillo con mi mano izquierda y me fui.

3 comentarios:

  1. ES ATRAPANTE TU CUENTO. Me encantó.
    Un saludo
    Gala

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  2. Anne!! hola, me gustó muchisimo tu cuento, muy bueno, un placer leerte por primera vez.Un abrazo.

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