Un sapo indiferente, dormita
acurrucado a mi espalda.
Los saltimbanquis, ebrios de obscuridad,
trafican con estupefacientes
envueltos en papel de periódico.
Ayer noche
el mar se acerco a mi casa,
al marcharse
dejó olvidada la arena.
Tu mundo y tú,
desdibujados por los recuerdos,
sabiamente localizados en el pasado,
blanco y negro.
Sueños repetidos a fuerza de palabras.
Cierta atmósfera tibia
encaramándose por entre los muslos.
Tú hablándome
con la voz del otro.
Y los músicos en mi casa;
sentados alrededor de la botella,
sonriendo,
escarabajos de plata sus ojos.
Tú sobre mí
espaciandome ante el prójimo.
Tú como anoche,
sobre todas las cosas,
con un perfume de poros abiertos,
derramado,
escarchando los besos.
Una serpentina incombustible:
descorre el castillo de fuegos artificiales,
dibuja palabras,
en ese idioma que nos pertenece,
que se disuelven
en la horizontal de la curva infinita.
Tú y a veces esa sombra,
que debo ser yo,
alimentada de otro ámbito.
Las noches aceleradas
por los juegos de la siesta,
con el cálido color del placer.
La lluvia
se transformo en lágrimas
sin pretensiones ambiguas.
La intención del olvido.
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