17 diciembre 2009

El cuento es que el chico, después de precioso, era un puñal

Sabés, querido, hoy escuchaba a Sabina desde mi cama y me sentí bastante identificada con lo de las quinientas noches. Digo, vos sabés que la cabeza cuando está sobre la almohada recuerda mucho más (la mía, sobre todo, que es una maldita nostálgica)...Creo que fue ahí que empecé a sentirme así de desgraciada, porque desde la Europa de Joaquín me desplacé más hacia el Oriente, entonces caí en la cuenta que las quinientas noches en realidad ya eran como mil y una...Y ya sabrás que me cago en todas esas historias, en la lámpara berreta de Aladín y en los cuarenta ladrones que, al lado tuyo, eran inofensivos...Pero no quiero irme tanto por las ramas. A fin de cuentas, solamente intento decir que perdí la cuenta. O la cuenta me perdió a mi, no sabría decirte...¿Cuántas noches caben en estos últimos años?, ¿cuántos días fueron noches si me pongo a pensar...? Ni yo sé a quién le hago todas estas preguntas. Supongo que sería más cuerdo o más sano plantearme otro tipo de cosas, pasa que últimamente no soy ni sana ni cuerda, qué se yo...Así que si alguien tiene una calculadora gigante, un metrónomo, un marcapasos, ¡lo que sea!...Yo me las voy a ingeniar para hacer el cálculo de las noches a devengar. Restando las mejores, claro, porque esas no voy a cobrártelas.

2 comentarios:

  1. Yo haría borrón y cuenta nueva. Las heridas de la mente son muy malas si no sanan.
    Un placer leeros.

    Besossss. Aniki.

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  2. Si tuviera eso que precisas...lo usaría para mi...egoísta?, puede ser, mejor macarena...dejar de contabilizar penas, usar la almohada para tener dulces sueños, y cagarnos en los perros amores que a cualquier edad nos atormentan...te parece? besos!!

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