No hay peor muerte, amor, más que la tuya
de mis entrañas surge sordo aliento
Y es tan interminable mi dolor
que desde mi pena
es sentencia de heredad que no se acepta.
Eras como un silencio con sonrisa.
Un manantial de conformidad sin ruego.
Una caricia siempre para todos
Y moría tu Alma en el desvelo.
Diste tu corazón como si fuera agua
a los sedientos...
Unas monedas
para los que te pedían la limosna,
sin ver que al entregarte te perdías
los momentos que aún estabas vivo.
No puedo entender por qué lo hacías.
Ninguna vez te rebelaste, amor
De esta desdicha.
Nunca dijiste: no. Nunca te opusiste
Ni luchaste a ocupar el lugar
que merecías.
Te lloro sin lágrimas
como tú lo pretendías.
Grito sin abrir los labios
en silencio
pero mi alma, amor
se esclaviza en tu partida
hasta el fin de los días.
AMALIA LATEANO
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