Mientras mi mano recorre tu pecho, maniobrada por inéditas tentaciones, y se dirige a tu rostro, me encuentro con tu muslo, extenso y delgado como un suspiro. Luego, dirigiéndose hacia aquellos pies que se esfuerzan por sostenerte, llego a una consumida cañería que supongo es tu cuello, la misma que noches atrás despedía un kilo suculento.
Ya no existe diálogo, me esquivas cada vez que abro la boca.
No se si continuar insistiendo o de una vez soltarte, alejarme, y de una vez por todas quitar tus sucios retratos que denuncian cada centímetro que quito al espacio.
hay que huir
ResponderEliminarEewa muy intenso
ResponderEliminarme ha sorprendido
Amalia