02 junio 2009

Tangata-Manu El último hombre pájaro






Me acerqué a él y le agarré las manos.
En sus ojos, podíamos ver una libertad no humana,
una libertad casi ancestral.
Su dolor entonces era sólo un recuerdo,
unos pasos latiendo apenas.
Unos mendigos de amor quisieron tocarle.
Y él les besó en los labios.
Uno a uno, despacio,
con una ternura infinita.
Con cuidado, posó mis dedos
por cada una de las cicatrices
que me guardaba bajo sus alas.
Después, el silencio lo envolvió despacio
y el viento le cerró los ojos.
Me acosté junto a él y calenté su cuerpo
durante 40 madrugadas.
Las suficientes para que no se sintiera solo.
Las suficientes para que no sintiera el frío de su último vuelo.






Elka (La Maga)

2 comentarios:

  1. El arte de incubar a un poyuelo, jeje...

    ResponderEliminar
  2. Sobrecogedor, una expresión magnifica...es simplemente precioso

    ResponderEliminar

Mensaje