23 julio 2009

El amor de mis amores


Nicolás


Trato de no pensar en las personas que amé en mi juventud y que por circunstancias de la vida ahora son de esos recuerdos que muchas veces nos hacen suspirar, llorar y otras tantas sonreír con nostalgia infinita.

Hace cuatro décadas conocí al que pudo ser el hombre perfecto para mí; un gran hombre, un buen hombre. Yo tenía 17 años y él me llevaba la misma edad que le llevaba mi abuelo a mi adorada abuelita, casi 15 años. Ese fue uno de los obstáculos o uno de los más grandes atractivos, hoy me doy cuenta que la edad nunca fue un obstáculo para ninguno de los dos porque teníamos un nivel de compenetración en todas las áreas; ambos éramos almas viejas, el uno para el otro. Nos sentimos unidos desde la primera mirada, la química entre nosotros fue como la que debieron sentir los más famosos amantes de la historia. Estoy convencida de que ese amor que puse a dormir, porque era un amor prohibido, se quedó sembrado en mí y sus raíces se convirtieron en una fuerte base, en los cimientos espirituales que me permitieron soportar los rudos temporales y huracanes del resto de mi vida.

Anoche estaba viendo una película y cuando observé a los protagonistas juntos quedé prendida de la manera tan dulce con la que se miraban, el amor que transmitían y como eran felices juntos, me tuve que retirar para ir a llorar a una esquina en donde nadie me viera ni escuchara mis sollozos. Aquellos eran mis ojos y el modo en que él la trataba a ella, ese era el modo en que alguna vez mi amado me había tratado. Cómo olvidar la expresión de sus ojos, color miel, que me hacían vibrar ante su mirada profunda que sin decir ni una sola palabra lo decían todo. Ojos que me daban paz.

Por esas fechas yo empezaba a trabajar en una empresa minera y él era el jefe de arquitectos. Un hombre varonil, de cuerpo atlético y una sonrisa llena de dulzura, su voz y su modo suave, su signo zodiacal: Libra, nacido un 2 de Octubre de 1939. Hoy tendría unos 70, pero por aquellos días sólo contaba 32 años y era el hombre que me movía el piso, el que me dejaba idiotizada y quitaba el sueño. Vivía en las afueras de Lima, cerca del mar, en una casa que había diseñado y construido con sus propias manos. Además de arquitecto, era escultor, pintor, inventor, tocaba piano y guitarra, componía canciones -tenía una voz muy bonita-. Amante del mar y la naturaleza; mantenía su cuerpo y su mente en un balance perfecto, era un gurú de su época. Para mí era una mezcla de John Wayne y Clint Eastwood, por esos días estaban dando en el cine las famosas producciones: “Lo Bueno, Lo Malo y lo Feo” y “Por un puñado de dólares”. Estaba de moda el uso de los jeans y las botas. Mi amado no fumaba ni tomaba bebidas alcoholizadas y comía saludablemente; era amable y de conversación interesante, tenía una belleza externa y además yo le veía el aura limpia. Me contó, con esa honestidad y sencillez que lo caracterizaba, que desde hacia mucho tiempo estaba involucrado sentimentalmente en una relación de pareja con una mujer de su misma edad; una muchacha que se había enamorado de él cuando tenían sólo 17 años y quien le había dado dos hijas por las cuales sentía adoración. Ninguno de los dos creía en los papeles, así que no se habían casado.

Yo ya estaba comprometida con lo que llamaban: Un buen partido. Xavier, mi novio, era mi primer enamorado, mi primer beso, el único hombre con quien había tenido una relación amorosa y de quien me creía locamente enamorada hasta que empecé a trabajar y conocer a Nicolás, como se llamaba el protagonista principal de este recuerdo. Me di cuenta que lo único que tenía en la cabeza era a Nicolás. De día y de noche: Nicolás. Todo era Nicolás; corriendo, sonriéndome, montado en su catamarán, dibujando en la oficina, conversándome todas las mañanas mientras tomábamos el café antes de empezar la jornada laboral o almorzando juntos todos los días de lunes a viernes, dándome trabajos en la oficina para tener así un motivo para volver a verme varias veces durante el día. Los fines de semana me pasaba a recoger para ir a pasear en su moto. Primero fuimos compañeros de trabajo, después simples amigos, hasta convertirnos en íntimos amigos. Yo le contaba todos mis problemas, penas y anhelos. Xavier era tan diferente: arrogante, se creía lo máximo; también era un hombre inteligente y luchador, dotado de talento musical, pero era muy frío, no tenia la dulzura, la paciencia ni la bondad de Nicolás; con quien, aunque nuestros cuerpos se deseaban, siempre mantuvimos una relación de amigos. Amigos íntimos, cada uno con su pareja, cada uno con su vida. Respetando que cada uno tenía dueño.

Mi boda se acercaba y yo me encargué de todos los preparativos, siguiendo al pie de la letra todo lo que me ordenaba mi futuro, dominante y controlador, esposo. Recuerdo el día antes a la boda, cuando me despedí de Nicolás y le dije que me sentía muy nerviosa y que estaba con ganas de escaparme. Con Nicolás había caminado por la orilla de la playa, viajado largas distancias en moto, montado caballo y hasta corrido tabla en la playa; había leído poemas en voz alta y cantando canciones que ambos conocíamos a la perfección, porque Nicolás y yo éramos el uno para el otro. Nos tomamos de las manos y le dije: Quiero que sepas que eres muy especial para mí, nadie me ha conocido ni me conocerá como tú. De ser diferentes las cosas, si no existieran otras personas en nuestras vidas, me habría fugado contigo. Contigo subiría a la montaña más alta, me lanzaría en paracaídas y realizaría lo imposible. Nos miramos con ojos llorosos y nos abrazamos. Quisimos besarnos con gran pasión, esa pasión que habría podido derretirnos, pero contuvimos el deseo una vez más. Al día siguiente me casé, fue una noche de verano, un martes. Dicen que los martes no te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes. Yo no sólo no hice caso sino que me casé con el hombre equivocado. ¡Qué caro se pagan los errores!.

Los primeros meses de vida matrimonial fueron aburridísimos, había dejado de trabajar y Xavier se pasaba la vida trabajando fuera de la casa. Me convertí en una prisionera doméstica, empecé a deprimirme y a sentirme cada día mas vacía. Una mañana, estaba mirando por la ventana y descubrí que el carro de Nicolás estaba estacionado frente a mi ventana. Era él, estaba buscándome. Salí corriendo a su encuentro, me subí al auto y el empezó a manejar hasta que llegamos a una playa del sur. Estacionó el carro en un lugar donde solamente se veían dunas de arena, allí me miró a los ojos y me dijo: “Ya no puedo más, he luchado contra esto que siento y no te puedo sacar de mi cabeza. Te extraño, me haces falta, no puedo vivir sin ti.” Después me abrazó fuertemente, por un rato que me pareció eterno y con ternura me dio un beso inolvidable. Un largo beso que me hizo tocar el cielo. Ya no pude más y me dejé arrastrar por la desesperante pasión de ambos, éramos un hombre y una mujer enamorados que se habían deseado desde el primer momento. Fui su mujer, fue la más deliciosa entrega de amor. Nicolás contemplando mis pechos erguidos, acariciándome toda. Nos hicimos el amor como lo hacen los que saben que solamente una vez en la vida se ama de tal manera. Quise que las horas se paralizaran en ese instante sublime, cuando fui suya, y él fue mío. Cuando comprendimos que nos amaríamos toda la vida. Esa misma noche Xavier quiso tener sexo conmigo y yo le dije que tenía dolor de cabeza. Días después descubrí que estaba embarazada. Me di cuenta de que era el resultado de esa tarde de amor prohibido, pero en el fondo de mi corazón, entre el susto y la vergüenza, supe que el fruto de mi vientre sería el fruto de este amor que siempre sentí por Nicolás.

Dios es grande, al nacer mi hija era una copia fotostática de su madre, era igualita a mí, el padre no podría sospechar. A mi hija le llamé: Nicolle, muy en contra de lo que quería su padre. Cuando la pequeña tenia pocos meses de nacida, no pude más y se lo dije: La niña no es tuya. Él, me puso una almohada sobre la cara, tratando de ahogarme. Me dijo todas las palabras que se utilizan en estos casos y fue así como se acabó mi matrimonio.

1 comentario:

  1. Apasionante Mariángeles!! cautivador...si no fuera parte de tu vida, y hubieras sufrido tanto!...terrible estar al lado de alguien que no amas, cuántas veces se comete el error por diversas circunstancias y se paga caro al fin...un abrazo!! muy bien relatado!

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