15 agosto 2009


Por fin llegaste viernes adorado, me gustaria tener fuerzas y energias para poder salir corriendo en busca del mar, meterme en sus aguas calidas y nadar con los delfines, hacer todo aquello que haciamos cuando eramos jovenes audaces y aventureros.


Mis niños pegaban la nariz en la superficie, olisqueando la luz agitada. ¡Oh!, la belleza, curiosa mezcla de crueldad, comedia e indiferencia. Poco duelen los ojos de las gacelas o de las mariposas en bandejas de plata, o el esqueleto milenario de algun dinosauro pre-historico en el museo de Historia Natural, con las mandíbulas entreabiertas, la cara de asombro y ese delirio que tienen algunos varones por esos mounstruos gigantescos. Es acaso bonito el calcio petrificado, los puntos de sutura, hacer como si nada cuando es todo. Época glacial, guerra mundial, cajeros automáticos, crisis economica, todos hasta los pobres andan con los benditos celulares y las laptops. Como si nada, como si todo. Alguna vez se identifica belleza y estupidez, fealdad con inteligencia, vaciedad con profundidad, acaso cuando coinciden en el mismo gesto de lejanía.

Recuerdo, como mis hijos cuando eran chiquitos estacionaban la mirada sin escuchar, yo les hablaba pero no me oian, esa manera especial que tenian de imaginarse escalando las montañas más altas, saltando en paracaidas, volando en parapente, trepando edificios o saltando puentes, para ellos eso era aventura, felicidad, vivir, eso era ser hombres. La belleza no se explica, ella sólo está ahí, habita en las cumbres por las que suspiran los escaladores, los aventureros de los aires, habita en las olas del mar, en las nubes, en el fondo de los mares.

Vendimos el tiempo. Nos hicimos grandes. Recuerdo los gestos de mis hijos, los de mis hermanos, los de mis pretendientes y enamorados, los de mis amigos, todos eran hombres de aventura, hombres de fuego, hombres sin miedo. Suspiros de valientes, de soldados incansables, de vaqueros, indios y conquistadores.

Antes de hacer la maleta, recordé el placer de no rozar más que paredes, saber que antes caerían ellas sobre mí que yo sobre nadie. Disfruté del silencio. De mi soledad. De mis recuerdos. Doblé bien toda la ropa, metí las botas para los charcos, chaquetas de curduroy y terciopelo, bufandas de alpaca que nunca me he puesto. Sostuve por última vez las fotos de mis engreidos.

Observé las siluetas oscuras recortadas frente al abismo de nubes. Las curva de las orejas, los hombros, los perfiles de rostros bien formados, las piernas ligeramente dobladas por el cansancio: todo eso a la derecha. Las piedras grises, la manta de niebla, el color azul grisáceo del atardacer: todo eso a la izquierda. Cerré la bolsa, salí fuera, cerré la puerta.

Ya es 14 de agosto. Mis hijos son hombres con responsabilidades y yo una abuela buscando energias nuevas y feliz porque es viernes.

1 comentario:

  1. Hermoso canto a la vida. Gracias por contagiarme de tu energia y recordarme que hay que vivir y no vender nuestro tiempo. He disfrutado mucho leyendote.

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