El cuarto sigue siendo el mismo… No ha cambiado nada desde el día que lo deje. No ha pasado el tiempo y la verdad es que podría haber sido ayer. Pero los años de ausencia le han sentado bien. Cierro los ojos y caigo por una espiral descendente de recuerdos adheridos a la superficie de la pintura. Puedes palparlos mientras revives esa escena, o cualquiera de las que llenan la habitación.
Sigo teniendo quince años cuando despierto en las mañanas de mi antigua ciudad. La casa no huele a tabaco, incluso mi alcoba la única donde se puede fumar… va a clases de desintoxicación entre mis múltiples y caóticos viajes.
Abro la puerta y me recibe mi infancia con la sonrisa pintada con acuarelas… el calor hace el resto y en el infierno de mi niñez ardemos todos entre las historias de humo que pasan a mi lado. En la ciudad entera los termómetros han acabado por desistir en la subida de las temperaturas y el mercurio ha terminado por ponerse en huelga frente a la crisis del sector.
En el barrio mueren y resucitan constantemente edificios que sustituyen a los antiguos y cada vez que vuelvo alguien tiene que ponerme al día de los sucesos… la vida continua día a día a pesar de mi ausencia. Pero en casa permanece todo estancado.
La cocina sigue despertándome con su desayuno de olores que se cuelan flotando desde el patio interior… y el sol mañanero es el mensajero del viento mientras se cuela por las rendijas de la persiana. Las mañanas huelen a mar a pesar de no existir la playa. El fuego viene después y se instala en todos los tejados cuando las doce son acuchilladas por las manecillas del reloj… No hay testigos que sobrevivan al interrogatorio y cuando suena la hora de comer el desierto se instala entre los espacios que quedan entre las esquinas. Los coches evitan derretir sus ruedas de mantequilla, por lo que prefieren dormir la siesta aparcados entre las sombras de la calle.
A pesar de que sigo creciendo… para mi todo sigue igual. Incluso ahora creo que ha empezado a mejorar, los cambios comen los recuerdos a cucharadas soperas y ahora la ciudad se ha olvidado de los pasos que deje marcados de tanto transitar sus aceras… mi nombre se pierde entre el rumor de las leyendas y mi nueva cara es una novedad entre la gente que me confundió entre sus propios relatos.
No me importa ser un árbol desconocido que sigue teniendo sus raíces escondidas bajo el asfalto. Muchos nuevos piensan que no pertenezco a esa tierra, pero la verdad se escurre entre la realidad y se escapa entre las profundidades de una ciudad que va despertándose del sueño de los infiernos.
No he dejado de ser yo en ningún momento, solo que cambie el pasado por una historia escrita en mi piel a base de puntos de sutura, las marcas quedan y el tiempo se encarga amablemente de borrar las señales de mi presencia. No me importa, ni siquiera hago esfuerzo alguno en remediarlo. Ayer quizás es demasiado tarde, pero lo que me importa no ha dejado de estar en mi presente diario.
Puede que haya cambiado, esta claro que el tiempo no perdona mis pecados, pero hasta que la postrera muerte llegue a pararme, se que sucederán tantos relatos que acabaré convirtiéndome en un libro de papel y tinta y mi energía será entonces quien marque las pautas de mi camino. Mañana será un nuevo día y lo que venga saldrá del sombrero de un mago con una sonrisa enorme y buenas intenciones. La suerte es una moneda que aun gira en el aire antes de tocar suelo. Las cartas son buenas y salvo yo nadie puede ver mi mano. Los puntos de hoy serán vestigio del futuro y cuando se sequen volverán a pertenecer al pasado.
Ahora es el aquí y el momento dejara de existir cuando a mi me apetezca. Mi ciudad sigue dándome la bienvenida con los brazos abiertos. La memoria de los muertos es finita… todos son unos zombis que no recuerdan mi cara cortada… soñaba con ser Dios y he acabado por convertirme en el personaje de un libro sin titulo. No me importa… al final escogí ser solo palabras.
Sigo teniendo quince años cuando despierto en las mañanas de mi antigua ciudad. La casa no huele a tabaco, incluso mi alcoba la única donde se puede fumar… va a clases de desintoxicación entre mis múltiples y caóticos viajes.
Abro la puerta y me recibe mi infancia con la sonrisa pintada con acuarelas… el calor hace el resto y en el infierno de mi niñez ardemos todos entre las historias de humo que pasan a mi lado. En la ciudad entera los termómetros han acabado por desistir en la subida de las temperaturas y el mercurio ha terminado por ponerse en huelga frente a la crisis del sector.
En el barrio mueren y resucitan constantemente edificios que sustituyen a los antiguos y cada vez que vuelvo alguien tiene que ponerme al día de los sucesos… la vida continua día a día a pesar de mi ausencia. Pero en casa permanece todo estancado.
La cocina sigue despertándome con su desayuno de olores que se cuelan flotando desde el patio interior… y el sol mañanero es el mensajero del viento mientras se cuela por las rendijas de la persiana. Las mañanas huelen a mar a pesar de no existir la playa. El fuego viene después y se instala en todos los tejados cuando las doce son acuchilladas por las manecillas del reloj… No hay testigos que sobrevivan al interrogatorio y cuando suena la hora de comer el desierto se instala entre los espacios que quedan entre las esquinas. Los coches evitan derretir sus ruedas de mantequilla, por lo que prefieren dormir la siesta aparcados entre las sombras de la calle.
A pesar de que sigo creciendo… para mi todo sigue igual. Incluso ahora creo que ha empezado a mejorar, los cambios comen los recuerdos a cucharadas soperas y ahora la ciudad se ha olvidado de los pasos que deje marcados de tanto transitar sus aceras… mi nombre se pierde entre el rumor de las leyendas y mi nueva cara es una novedad entre la gente que me confundió entre sus propios relatos.
No me importa ser un árbol desconocido que sigue teniendo sus raíces escondidas bajo el asfalto. Muchos nuevos piensan que no pertenezco a esa tierra, pero la verdad se escurre entre la realidad y se escapa entre las profundidades de una ciudad que va despertándose del sueño de los infiernos.
No he dejado de ser yo en ningún momento, solo que cambie el pasado por una historia escrita en mi piel a base de puntos de sutura, las marcas quedan y el tiempo se encarga amablemente de borrar las señales de mi presencia. No me importa, ni siquiera hago esfuerzo alguno en remediarlo. Ayer quizás es demasiado tarde, pero lo que me importa no ha dejado de estar en mi presente diario.
Puede que haya cambiado, esta claro que el tiempo no perdona mis pecados, pero hasta que la postrera muerte llegue a pararme, se que sucederán tantos relatos que acabaré convirtiéndome en un libro de papel y tinta y mi energía será entonces quien marque las pautas de mi camino. Mañana será un nuevo día y lo que venga saldrá del sombrero de un mago con una sonrisa enorme y buenas intenciones. La suerte es una moneda que aun gira en el aire antes de tocar suelo. Las cartas son buenas y salvo yo nadie puede ver mi mano. Los puntos de hoy serán vestigio del futuro y cuando se sequen volverán a pertenecer al pasado.
Ahora es el aquí y el momento dejara de existir cuando a mi me apetezca. Mi ciudad sigue dándome la bienvenida con los brazos abiertos. La memoria de los muertos es finita… todos son unos zombis que no recuerdan mi cara cortada… soñaba con ser Dios y he acabado por convertirme en el personaje de un libro sin titulo. No me importa… al final escogí ser solo palabras.
Recuerdar es vivir!
ResponderEliminarSabes, tus textos son tan realista...
La autenticidad es una marca tuya.
Un placer leerte.
Buen finde
Besos