EL MISTERIO DEL ESTORNUDO DE LA ESTATUA -Cuentos de otro mundo(II)-

Zahir es el nombre de la rosa, la rasgadura del velo.

“ASRAR NAMA” Libro de las cosas que se ignoran.

(Farid Al-Din Attar, s. XIII)

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La espesa escultura de la esencia

Se esfuma tras el físico de la estación

Como la esfera que esbozan los filósofos

Como el estertor de los escamoteadores de fitófagos

Los estorninos espolvorean eses

Sobre el misterio del estornudo de la estatua

Mientras esperamos, con escafandra

Detrás de las filas de figuras

El eslabón que une el filtreo de los espejos

de “folium oficinalis”

(Jenaro Vera Guarinos, Valencia. 1973)

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El Gracejo, 18 de enero de 1983

Esta historia, es una de tantas, una más de entre la innumerables que han quedado olvidadas en el desván de la imaginación de los habitantes de El Gracejo, un caserío ubicado en la Sierra de Camara. Un puñado de gente que dormita al fuego de cepas antiguas, gastadas; de las de vino en el cuerpo para dar brillo al alma de sus ojo

Una de sus peculiaridades es: el gran entusiasmo que les suscita los enigmas que perviven del pasado, intentar encontrar soluciones que los expliquen, es su mayor interés, pero en cambio nadie se ocupa mucho de preguntarse el origen del nombre del pueblo, tan definido y sugerente que todos los forasteros es lo primero por lo que se intrigan y tratan de encontrarle un sentido preciso; sin que ningún vecino les haga mucho caso, la gente del lugar está en otras cosas.

Llegué aquí, hará cinco años, por el camino grande con mi automóvil de quinta mano recién estrenado. ¡Había que celebrarlo! No le dan a uno un puesto de profesor, así como así, la primera vez que se presenta a oposiciones. El sueño dorado de mi generación siempre fue: el coche o viajar a la India (como es evidente me quedé con lo primero).

No estaba muy lejos de la capital. Los amigos me animaban diciendo que vendrían a verme, y los más modernos especulaban con lo de siempre: la eterna utopía de la comuna idílica, el amor libre y esas zarandajas. Pero ya sabéis lo que ocurre, el tiempo manda, a lo más que hemos llegado ha sido a un simulacro de orgía hace dos veranos, un desastre, y eso porque la gente andaba muy escamada con el asunto de irse a la “mili”. Por lo demás, todo se quedo en fines de semana esporádicos, cada vez más distanciados. Poco a poco, nos hemos ido olvidando recíprocamente.

Mis recuerdos no llegan mucho más lejos del descolorido cartel que reza 'El Gracejo' en el desvío de la carretera que nos circunvala. En días como hoy, cada vez más habituales, cuando me vence la noche y no logro conciliar el sueño: noches que apago la luz de la mesilla y me asaltan imágenes enigmáticas, controvertidas, de las que no me puedo librar, porque aquí en realidad se pervive gracias a ellas y al vino... En días como hoy, me acucia la necesidad de salir corriendo, despavorido. Pero aunque reconozco que es una contradicción, sigo aquí como enamorado del vino antiguo y entramandome cada vez con mayor intensidad con la forma de ser de mis convecinos, tan entrañables como soñadores.

Esta noche, el desasosiego que me inunda está repleto de imágenes que me han traído las redacciones que acabo de corregir. No es raro que todas giren alrededor del mismo tema, y menos que éste sea un enigma, un esbozo de leyenda o un hecho misterioso, eso es la norma, subyace en el el carácter de estas gentes, es la forma de ser del Gracejo. Lo extraño es que haya varias versiones sobre el mismo hecho. Las narraciones son como instantáneas de la evolución histórica de un personaje de fábula, y mis alumnos lo narran como algo real, como si se hubieran puesto de acuerdo de antemano y cada cual contara un trocito de su pasado. Bueno el tema monográfico se podría resumir con este gran título: “El misterio del estornudo de la estatua”.

Copiaré alguna para que si un buen día estos papeles, donde reflejo mis soledades, se convierten en legado amistoso para alguno de vosotros, los antiguos amigos de la capital; se sepa a ciencia cierta el porqué de mis insomnios.

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