26 noviembre 2009

MENSAJE EN UNA BOTELLA (carta sin destinatario)

(a proposito de Vicent Andrés Estellés en la voz de Ovidi Monllor)
El tiempo de no verte, fluye lentamente
envolviendo la risa. Y se la lleva lejos,
a un lugar opaco desde donde tendré que inventarte de nuevo,
desnudar y contemplar tu cuerpo,
cuidadosamente,
como si fuera la más frágil de las imágenes.
Y luego, recordarte; sombra por sombra
hasta saberte de memoria,
como si fueras un teorema aburrido
o la proposición obscura de un filósofo.

Si, ya sé, tú me hablarás de la vieja historia ésa: la de la “isla de las gaviotas”, que inventamos a medias viajando de bar e bar, buceando en alcohólicos fines de semana, a caballo entre las caricias y la rutina de siempre lo mismo.
¿Recuerdas...? Teníamos una gaviota grande y desproporcionada que llevaba gafas, nunca se atrevía a tirarse de cabeza en el mar. ¡Qué disparate! No creo que haya sobrevivido hasta hoy en esas condiciones, comiendo desperdicios eternamente. Era una gaviota triste, eternamente triste. Cada vez que leo un poema de estructura irreversible, me acuerdo de ella; desgarbada, y luego de ti y de tu excesiva belleza como contrapunto.
He comprado un disco de Ovidi Monllor. Me imagino que no le conoces, no se parece en nada a eso que a ti te gusta y continuamente escuchas. Te lo digo por que hace dos años, ya ni te acordarás, no quisiste venir a verlo, tú y tus tontos prejuicios con el valenciano. Después te describí su voz vestida de negro, entretejiendo frases y música. Tus ojos, mientras tanto, desvelaron un abismo sobre el que tendí un beso, callándome, volviendo al ritmo de la calle, intentando no ser tan pretenciosamente intelectual, aceptando tus reproches silenciosos.
Pero hoy, con la distancia como trinchera, la voz de Ovidi recitando a Vicent Andrés Estellés, inevitablemente me lleva de ti hacia mí...

...He vuelto. Hacía tiempo que no había vuelto.
Sé que te he de encontrar hoy, mañana, no sé.
Ni lo quiero saber. No querría saberlo.
Sentiría en tal caso una tristeza horrible.
Lo que en ti me gustaba, todo te lo he quitado.
De todo ello, tan sólo la alegría de vivir busco en ti.
Tan sólo esa alegría. Nada más, nada más.
Ahora que estoy tan triste como nunca.
Ahora que me resisto débilmente a estar triste.
Ahora que sólo tengo ganas de estar alegre,
ahora que me sostiene tan sólo ese deseo
mientras voy, vengo y vuelvo, callo y no digo nada.
Me resisto a creer que todo lo he perdido,
que he perdido el derecho, diría, a la alegría,
que he perdido el derecho, diría, a ti, a tu alegre compañía,
a tu inmenso contento de vivir.
Ya lo he perdido todo, pero aún no te he perdido.
Vives aún, eh tú! Si vives. Y te sé...

...Ves, con sólo imaginar que te digo todo esto, que te leo al oído un trocito del 'coral romput' de Estellés, aunque sea sin palabras, tengo la sensación de crear una frontera estúpida entre nosotros, te siento ensombrecer aunque sé que intentas disimularlo. Huyes sin darte cuenta de que es la única magia que poseo, y te la ofrezco como cuando compartimos nuestros cuerpos, y nos tomamos y nos damos infinitamente, sin reservas. Así quiero que sea el lenguaje, que no tenga edad, ni barreras, ni sexo.
Desde que me fui de ese pueblo, no hace más de un año, aprendo con la distancia, evito la tentación de volver. No sabría explicarte el porqué, sino fuera esta carta la única manera que sé de hacerlo ahora. Algún día borrare la risa opaca que tengo escondida y ya libre os la ofreceré a todos, también a ti, abierta como nunca, como la primera vez en ese bar de tardes repetidas. Me atrevo a decirlo porque quizá no me leas y si lo haces, será por casualidad, libremente, sin la certeza de que hablo para ti.

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