Él, daba sin sentido el alma a cualquiera que se acercara,
sabían de sus quimeras las sirenas emboscadas y los padres de familia,
que atrapados en los reflejos, del barniz, de las mesas de madera cotidianas,
surcaban a la siesta, cual marineros de fin de semana, las carreteras.
Mientras, la zíngara tocada con un sombrero de hojalata, fugitiva
de las contradicciones que provoca el orden establecido en el pentagrama
del tambor que sólo suena para llenar, hasta rebosar, botijas de testoesterona,
tiende su mano para ayudarle a desenredar las redes de las almenas.
Y plácidamente reparar el desmallo que provocó el ancla aquella mañana.
Las sombras cederán y se rendirán al paso de las palabras,
en complicidad con las miradas.
Y volvera a dar su alma... y volverla a pescar en las redes pasado mañana...
ResponderEliminarSigues teniendo ese algo especial que te hacetan tu. Un abrazo!