
La luna rielaba sobre la vela cuadra mientras en un cielo carente de nubes alumbraba la noche.
Me acerqué despacio al mar Atlante, que rugía insomne con sus blancos rompiendo las rocas. al verme lamió mis pies descalzos que andaban dejando huellas fosforescentes a la luz del astro.Tuve miedo de preguntarle nada, pues atento al repicar de sus tambores, creí obsceno romper el silencio de la música. En la liturgia de sus olas, me envolvió rodeándome su aroma, e impregnándose en mi pelo, la sal me acariciaba el cuerpo.
Un susurro se decantó entre la espuma: he vuelto, hermano, abrázame de nuevo. En intima comunión nos fundimos y tras el bautismo, su silencio me regaló una corona de algas frondosas.