29 abril 2009

Cita con Lucy.

Yo entre con cierto nerviosismo y creo que ese fue el primer pequeño error, nunca le debí haber demostrado algo de sensibilidad, aunque por encima se notara mi fragilidad, no me arrepiento, de cualquier modo, ella, iba a cumplir su cometido…

Eran cerca de las seis de la tarde y yo ya estaba ahí sentado, aunque la hora acordada eran las siete, pensé que lo mejor era llegar temprano, no podía correr el riesgo de perder esta cita, era decisiva, una hora y media antes, mientras salía del edificio de la alcaldía, en donde dejé una, de las casi mil hojas de vida que he repartido, levanté la mirada y vi en la torre de la iglesia, el reloj marcar las cuatro y media, el clima estaba terrible, la tarde fría y gris, como todas las tardes del último año, comenzaba a llover y pensé que lo mejor era tomar el primer bus que pasara.

Como me encontraba resfriado, había puesto todos mis esfuerzos en cuidarme el mal, no aguantaba uno más, la solución, una camiseta interior, una camisa gruesa, un chaleco de lana que me había regalado mi mamá unas cinco navidades atrás y nunca había estrenado, la chaqueta gris heredada de mi tío Hermes, una bufanda roja y el abrigo negro que hace diez años me acompaña. Producto del frío no sentía mayor incomodidad, pero al poner el primer pie en el bus, sentí como si lo hubiera puesto en el umbral del infierno.

Mis ojos pesados, mi cara pálida y una nariz roja brillante, junto con la bufanda, era lo más colorido que había visto en días, sin embargo al mirar el entorno dentro de ese infernal ambiente del bus, prefería la palidez de mi cara en el espejo y no ese colorido y estruendoso lugar, entendí, que para salir del abismo se requieren grandes esfuerzos. No era fácil tener que controlar con fuertes aspiraciones el fluido nasal, horas antes había botado el pañuelo a la basura, no era más que un trapo amarillento y empapado, soportar las ganas de estornudar para no empeorar la situación, eran mi purgatorio.

Finalmente se comenzó a desocupar el bus, pero el calor no se bajaba, pude sentarme, cerré los ojos un segundo y comencé a sentir como el sudor helado, escurría por mi pecho, trataba de llenarme de ánimo, pensando que lo que hacía era necesario para poder contemplar la posibilidad de ver algún día a mis hijos, recordé el día cuando la madre de ellos, me dijo, “me llevo a los niños, yo no soporto más esta situación, no soy una mujer que pueda convivir con un perdedor”, simplemente cruzo el atlántico en busca de un mejor futuro para ella y los niños, ya que como lo dijo no soy sino un simple perdedor.

No podía ver a través de la ventana, las gotas golpeando con fuerza el vidrio me lo impedían, le pregunté a la mujer de al lado, si sabía en qué calle estábamos y con un movimiento, casi imperceptible de su cabeza, me indicó que no.

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2 comentarios:

  1. Moraleja: No se puede tener, lo único que tenemos es alma.

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  2. Que buena historia, me atrapó de principio a fin...

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