17 abril 2009

Infierno fausto


Ardió Paris y la noche se volvió naranja. Los edificios volaron como si fueran de papel de periódico y la torre Eiffel se fundió convirtiéndose en un amasijo de hierros que naufragaba en un mar metálico burbujeante como la lava.

Después fue Berlín con sus ángeles y sus soldados de plomo… todo se volvió rojo como las ascuas antes de desaparecer entre los escombros abrasados. Y todo termino en Praga donde su sirena se tiro al agua para no morir calcinada.

Han pasado muchas noches desde entonces… casi una eternidad y aun siguen cayendo cenizas del cielo siguiendo la ruta que tomaron aquellos fantásticos amantes… quienes descubriendo que el amor se trataba de una sola palabra. Pusieron toda la carne en el asador hasta que inflamaron el planeta entero.

Su pasión no conocía límites y todo ardía al contacto de sus cuerpos desnudos entrelazados en un baile tan pegado que hasta los suspiros se compartían entre dos. La noche les cubrió con su frio manto y ellos arrojándolo a un lado incendiaron la vieja Europa camino hacia la gloria.

Se conocieron en un tren y lo demás sucedió espontáneamente. Sentados en el mismo vagón una curva le jugo una mala pasada lanzándole directamente en el asiento de al lado. Sus miradas se cruzaron y él cayo en la suya perdiendo el sentido.

Un túnel se cruzo en su camino y la oscuridad les llevo a mezclar sus labios. El primer contacto les condeno al pecado y al segundo intento las llamas asolaron el compartimento. Los demás pasajeros huyeron del siniestro en dirección a la cabeza del tren donde se parapetaron haciendo trincheras. El revisor soltó el convoy temiendo que el fuego saltase de uno a otro.

Sus brazos estaban rodeándolos cuando el vagón se estrelló contra aquella fábrica y segundos más tarde… el fuego ya la había devorado por completo. Los viajeros del tren que se marchaba respiraron aliviados mientras se compadecían la suerte de los caídos sonriendo a media asta como responsables que eran.

Cuando el tren desapareció por el horizonte media París ya había sido consumida por las columnas de fuego que iban avanzando sin que nadie pudiese frenarlo… los bomberos huían abandonando sus estúpidas trompas pesadas… sintiendo en la nuca el calor del desastre…

Nadie podía hacer nada más que dejar su pasado consumirse sin contemplación… todo el mundo perdía su vida y ellos no separaban el cuerpo el uno del otro en un infierno rojo de pasión desmedida. Y no fue hasta el final del invierno que no dejaron de amarse sin cansancio, para fumar un cigarro encendido con los restos de la experiencia vivida.

Una calada contemplando el desolado paisaje de negra ceniza volcánica y entonces después de esa mísera pausa se pusieron manos a la obra de hacer que la primavera ardiera aun mas fuerte y llenando con la humedad de sus gemidos borraron toda aquella ceniza que enturbiaba sus sueños y hicieron florecer tantos tipos de flores como posturas conocían el vicio de sus cuerpos.

Cuando acabo todo Paris era un lecho de flores de todos los colores. Un observador de algún país neutral les invito a perderse para siempre en una isla del pacifico con los gastos pagados. Con una sonrisa estúpida sin separarse demasiado de su homologa… asintieron y le pedieron que se marchara y no volviera sin su helicóptero.

Mancharon todas aquellas flores con la fogosidad indecente que había reinado en los burdeles del casco viejo de Paris tachonado de las casas donde miles de bohemios salpicaron la noche francesa con hadas verdes. La locura se subió a sus caderas y el moulin rouge giro sin freno hasta convertirse en huracán que les llevo a su isla desierta que quemaron y repoblaron a cada estación de su amor.

Nerón se retorció en su tumba mientras ellos dibujaban su futuro con la lengua en la espalda del otro para esconder así lo venidero del destino. Una curva les unió y ya nada podría detener esa reacción en cadena.

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