15 junio 2009

Bocetos inacabados


Imagina un mundo ideal… píntalo… dibujando cada uno de sus detalles… incluye los mas ínfimos y que queden grabados con minúsculos trazos… cuando todo se mezcle y se convierta en el boceto de tu paraíso… coge una goma de borrar y acaba con todo… deja la niebla de su pasado perfecto en forma de marca de agua y dibuja una cosa que pueda ser mas plausible.

Agarro mi lápiz y dibujo un mundo sobre otro y como a su vez es demasiado bueno para hacerse realidad vuelvo a confinarlo en el olvido y entonces el folio de papel ya no es blanco impoluto y en vez de eso es un mar de distintas aguas utópicas sin ningún continente que pudiera albergarlas.

Sin desesperarme fui uniendo gotas como en los dibujos de une y colorea y lo que allí surgió era un mundo a mitad del camino de la realidad y la fantasía… una existencia frágil como el cristal y muy sensible a las corrientes negativas de autoridad y ansias de poder.

Edificios de hormigón con muros anchos y frescos que guarden el silencio entre sus paredes… detalles brillantes por todos los rincones… un mundo de burbujas sonrientes dedicadas a los ojos de los niños y los soñadores que nunca crecieron lo suficiente. Una ciudad donde bajarse del estrés irracional de la vida social y diaria.

Estaba embelesado caminando por calles que aun ni siquiera estaban pintadas… saludando a la gente por sus nombres con palabras amables acompañando las conversaciones flores en todas las esquinas. Un lugar donde perderse de la mano del tiempo y quedarse allí en el silencio de los lugares donde el tiempo no transcurre entre ninguno de sus tic tacs… una ciudad de gatos con su propia historia escrita en el monumento de la plaza… un atril de madera que no era sino una escalera de caracol al aire… que rotaba en su eje.

Una urbe salida de la nada y que no estaba en ningún sitio al que se pudiera ir con cualquier medio de transporte convencional… estaba disfrutando de una vuelta por sus calles recónditas cuando el frasco de la tinta cayo sobre el papel y la riada me alcanzo de lleno haciéndome rodar por la pendiente como un calamar rebozado por sus propios pensamientos.

Recupere la compostura y me di una ducha de alcohol de quemar… cuando estuve bien limpio acerque una cerilla y todo ardió… Salí de mi mundo tosiendo humo y sacudiéndome los restos de hollín y ceniza… el mundo había ardido… y ni siquiera quedaba rastro de tinta alguna… un leve borrón apelmazado sobre la mesa… y un reguero de tinta fresca que había caído desde una de las patas de la mesa para filtrarse entre las tablas del suelo.

Brinde por el efímero mundo de los sueños y arroje el resto de sus recuerdos junto a la bebida por el esófago… acabaría por olvidarse tarde o temprano… volví a la rutina destructiva de los días espejo… de las ideas sublimadas por el calor del infierno de verano… por las duchas inútiles que acaban antes de haber empezado.

Regrese a la realidad sin un lugar donde perderse sin extraviarse… y cuando todo estaba ya dado por perdido encontré el sendero de la tinta que aquel día huyó del fuego… liquida ella había ido arrastrándose por el suelo hasta germinar en algún sitio fértil… se había alejado de las principales ciudades y los núcleos de luminosidad suficiente para no ver las estrellas… no había tampoco carreteras y la única manera que había de llegar era por una vía de montaña que era casi intransitable por un medio de transporte que no fuese el animal… Se retiró hasta un valle olvidado entre cimas de montaña… un lugar con el clima dentro de una burbuja aclimatada por el deseo de sus habitantes.

Llegue caminando tras un fin de semana de fiesta… deje los zapatos en el puente de la entrada y disfrute del césped que había salido exuberante por todos los rincones… los olores a flores fabricaban una ensalada infinita de tonos dulzones y la mezcolanza de aromas de los frutales te hacían vivir en una macedonia nacida de todos los árboles de la calle…

Viví allí tanto tiempo que el mundo se olvido de mi y mi nombre se convirtió en el arrullo de los manantiales… por lo que acabe transformándome en un edificio de piedra de techos altos y ventanas amplias… las mimosas dentro de patio iluminaban de dorado el agua de una fuente que caía en una cascada desde una de las paredes hasta un estanque repleto de peces de agua dulce… la masía estaba situada en una manzana salpicada de granados y ciruelos… la muerte allí no era sino el grano de arena para una vida siguiente.

Con los años una aldea escondida se fue generando poco a poco… un mundo perfecto donde las necesidades básicas estaban totalmente satisfechas y tan solo era imprescindible el autocultivo de la propia existencia.

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