21 abril 2010

Tortilla de patatas.

Perdió la humanidad en una de las múltiples vueltas que le dio su vida. Sustituyo los sentimientos por plantas verdes con vistosas flores de colores y el movimiento por la quietud de los lagartos tendidos al sol.

Modificó sus costumbres y tiró todas las viejas cosas sin sentido a la basura colapsando todos los contenedores de la manzana. Cuando la madrugada llego con las luces intermitentes de los camiones de reciclaje, su mundo dejo de estar podrido hasta la médula y un halito de esperanza se internó por debajo de la puerta por esa extraña ranura que queda delante del felpudo.

Nada era igual, pero no lo echaría de menos. Olvidó todo lo aprendido y comenzó de nuevo. Su sonrisa era tan amplia que las risas caían al vacío desde el final de sus comisuras que rozaban el extremo de su cara. Las palabras tardarían en volver de su exilio porque en esos momentos andaba perdido en algún lugar donde se pasó los últimos años enterrando su felicidad. En el fondo se había encontrado con más de sí mismo de lo que cabía esperar. Pero ya nada importaba. Se había convertido en casi una planta.

Pasaba sus días contemplando al sol dibujar parábolas en el horizonte. Disponía de todo el tiempo del mundo así que escogió dibujar en un lienzo tan puro que nunca se agotaba. Pintaba trazos que desparecían al instante. Pero no perdía la voluntad y cada vez fue completando más parte de la figura de la que se lograba borrar. Así que no tardo mucho en conseguir pintar retratos.

Dibujaba y se eliminaba… y de nuevo empezaba. Se cansó de esperar pacientemente y pasó a hacerlo realidad. Moldeaba su figura y suspiraba mientras el cielo se alimentaba de sus líneas. La veía aparecer y desparecer tantas veces que tuvo que admitir finalmente que vivía con ella. Se pasaba las horas escuchando el silencio de esos lugares donde ni el ruido era capaz de internarse por miedo a molestar. Oía las conversaciones de los pájaros y los murmullos del viento escritos en las hojas de los arboles.

Por las noches se escabuía de sus deberes y huía a otros lugares siempre y cuando la calle estuviera totalmente desierta. Se escurría como una angula viscosa zigzagueando entre las callejuelas de su ciudad. Recogiendo pedazos de un rompecabezas sin terminar que algún imbécil extravió incapaz de solucionarlo.

Cada pieza tenía una pista… y cada una… le ayudaba a descubrir la localización del siguiente artefacto. Tardo meses, pero completo la prueba y también soluciono la respuesta. Gano una vida y no perdió nada en el intento. Así que la alegría regreso a llenar de hierba sus jardines.

Dormía poco y comía bien. Saltaba entre los círculos del tiempo como un equilibrista de los números. Daba vueltas sin parar para acabar en el mismo sitio. No le importaba el lugar porque sencillamente el donde siempre tiene un porqué. En cambio el cuándo seguía un misterio.

Planteaba ecuaciones y dibujaba la incógnita. En cuanto hubo hallado todas las variables. La formula tomo conciencia y se completo sola. Llevaba tanto tiempo sin decir palabra que cuando las primeras surgieron quebraron el silencio como una rama seca en mitad del bosque exclamando Eureka. Su sueño apareció en el cielo en forma de nube. Trepo con las yemas de sus dedos hasta alcanzar su meta y se instalo en ella cómodamente para acompañarla el resto de sus días.

Desapareció en el cielo posiblemente en la casa de algún Dios humilde que había pasado el mismo tiempo observándole. Contaban historias de todos los mundos y después las unían en un caldero para beber la pócima de los cuenta cuentos. Cuando una herida cortaba sus pieles sangraban relatos y salpicaban novelas llenas del amor que inundaban sus venas.

En todos sitios aparecía ella, pero él ya no recordaba su nombre. Había sido tantas mujeres que en el caos de las burbujas la realidad se había transformado en una lengua acuática que solo los peces y las sirenas lograban entender.

Cayó del cielo una noche de tormenta para flotar en los océanos. Se convirtió en un iceberg errático que escondía más de lo que enseñaba. Allá donde iba llevaba una refrescante mirada como un espejo. En sus ojos se dibujaba todo para perderse en el fondo… uno tan hondo que ni la gravedad molestaba.

Cambio la ciudad por las palabras enajenadas que encontró cuando su cabeza grito basta y se quebró en miles de trozos. Encontró muchos y escondió demasiados. Después vendió sus recuerdos al mejor postor y quedo habitando el olvido de las habitaciones vacías y los rincones tejidos con telas de araña.

Cuando quiso volver ya era otra persona. Sonreía más y hablaba menos. Siempre escuchaba y nunca más regreso su maldito orgullo comparándolo todo. Perdió la humanidad pero ganó una vida. Porque no es más feliz el que lo consigue todo… sino el que lo pierde para volver a empezar.

4 comentarios:

  1. Muy intereante prosa poética. Un disfrute
    Besitos
    Amalia

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  2. Limpieza general? Abundancia simple? Empezar de nuevo? No es mas rico el que mas tiene sino el que menos necesita? Como siempre tus palabras son muy profundas y tu manera de jugar con ellas es magistral. Me dejaste pensando... Tenemos que seguir eliminando todas esas cargas materiales, excesos de "cosas que no necesitamos" cosas que acumulamos y guardamos que nos atrasan, basura que no nos deja avanzar, crecer, vivir, encontrar el balance, la paz.

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  3. Muy agradecido por vuestras palabras chicas. Como siempre un placer ser leido por vosotras que aun teneis tiempo para jugar con mis palabras en la cabeza. Quien sabe a veces valen algo... otras no tanto. Pero siempre hay una pregunta reflejada en otra respuesta.

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  4. tatatata (Aplausos)

    Eres increíble, y cada vez que lo leo me quedo más encantada...escribes con una pasión, tu manera es incomparáble...wow!!! perfecto!

    Te felicito y espero un día escribir tan bien como tú! Gracias por compartír de tan buenas ideas!

    Un beso

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