23 abril 2009

Sociedad anónima.

Para verte mejor...



Diego tenía un hijo, un hijo al que simplemente llamaremos "H", un hijo de una edad tan corta que apenas si podía contarse con un dedo de cualquier mano.
Un buen día, a Diego se le dio por llevar a "H" a dar un paseo en bote por el río. Mientras navegaban Diego y "H" se dedicaban mutuas miradas, "H" hacía esos largos interrogatorios que sólo caben en el efímero instante de un abrir y cerrar de ojos y Diego le contestaba arqueando las cejas, dejándole entrar a lo más profundo de sus propios ojos, permitiéndole hurgar entre los basurales de su iris.
Años más tarde, el paseo en bote terminaba, Diego estaba muerto y "H" lo lloraba a su manera, visitando todos los días un lago al azar y arrojando bolitas de papel con pequeños círculos pintados de colores, una manualidad bastante parecida a los mismísimos ojos.

-Pensé que si estabas muerto por lo menos te gustaría tener testigos. - Dijo en una larga y perpetua exhalación.

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